Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Leyendas de Murcia: El Diablo a las Espaldas


Cuentan los murcianos que a la actual calle de Polo de Medina se la conocía antiguamente con el nombre de calle del Cabrito desde el día en que sucedieron los hechos que aquí voy a relatar.

Juana, la mujer del zapatero, se encontraba atareada con la preparación de la cena por el día de San Crispín, patrón del gremio mientras rezaba para que su marido llegara a tiempo de acompañarla a la mesa.

El artesano del calzado, entró en casa y rechazó la cena alegando que el gremio lo había invitado a dar cuenta de unas cabezas de cordero asadas en la calle del Horno.

La mujer indignada ante tal humillación intentó detenerlo pero un forcejeo con su marido provocó su caída al suelo mientras el marido le espetaba con sarcasmo:

- ¡Quédate con Dios, mujer!


Ella todavía en el suelo le replicó:

- ¡Y tú, vete con el demonio!


La fiesta se alargó hasta lo indescriptible y las rondas de vino y comida parecían querer acabar con las existencias del establecimiento.

Pero finalmente se dio por terminada la velada y cada uno de ellos fue volviendo a sus casas.

El maestro zapatero Juan, regresaba a la suya con el miedo a las represalias por parte de su mujer por el trato que le había dado y sumergido en sus pensamientos no fue consciente de lo oscura que era la noche.

Las campanadas de la Catedral sonaron y marcaron las tres de la mañana, la hora maldita en la que dicen que ocurren todas las cosas demoníacas.

A pocos metros de sus pies, algo le llamó la atención.

Primero pensó que podría ser un animal de compañía e intentó espantarlo con alguna que otra pedrada que lanzó al azar sobre las sombras.

Pero luego se percató que se trataba de algo más inocente y suculento.

Un pequeño cabrito le salió al paso manso y soberbio.

El zapatero dudaba si llevárselo consigo o dejarlo allí mismo.

Pero el animalico le seguía y le cerraba el paso.

Así que finalmente, con la alegría que regala el vino en las entrañas, no pensó en otra cosa que en echárselo a los hombros para llevárselo a su casa.

Aún no había salido del callejón del Horno cuando sintió que el peso del animal había aumentado. Parecía que con cada paso que daba, el peso subía.

Como la noches anteriores habían sido húmedas y algo lluviosas, se habían formado algunos charcos, al pasar sobre uno de ellos, vio en el reflejo del agua que lo que tenía a las espaldas difería completamente de un animal inocente, un hombre vestido de negro con un rostro monstruoso y cornudo había ocupado el lugar del animalico.

El susto fue tan horrible que el mozo perdió el sentido y cayó de bruces.

No despertó hasta que lo encontraron mal herido pero vivo a la mañana siguiente.

Pero la anécdota se propagó por toda la región y pocos días después la Calle del Horno fue llamada La calle del Cabrito y así consta desde 1760 en los viejos documentos.


lunes, 4 de diciembre de 2017

Leyendas de Murcia: Los Espíritus de la Calle de la Sal


El 7 de noviembre del año de 1894, los murcianos dieron el grito de alarma.

En esta calle conocida como Federico Balart en la actualidad se sucedieron una serie de fenómenos de lo más extraño.

Era habitual y así contaban los huertanos vecinos próximos de la zona que todos los martes, los duendes tomaban posesión de aquella casona en la que se escuchaban ruidos misteriosos y se veían luces extrañas.

Según algunos de los testimonios, a las doce de la noche, una paloma blanca se introducía por la chimenea acompañada por una legión de espíritus que cantaban una oración. Llamas rojizas y azuladas se movían mientras sobre ellas giraban las almas de los condenados.

Incluso aseguraban que el ambiente se viciaba con un olor insoportable a azufre.

Y de ellos se hicieron eco varios diarios de la época aunque tachándolo de analfabetismo y superstición.

Las Noticias de Levante o el Diario de Murcia son dos de los periódicos en los que aparecieron los hechos relatados.

Avisando de un acontecimiento que no hizo sino añadir más leña al fuego al dejar constancia de que uno de los agentes del orden público, sacó su arma reglamentaria para intentar poner orden y al hacerlo un golpe brusco que lo dejó de piedra sonó en el interior de la vivienda.




lunes, 20 de noviembre de 2017

La Oriolana que fue mandada llamar para curar el mal del Conde de Barcelona


Si una cosa podemos destacar de la baja edad media era que el papel de la mujer en la sociedad de aquella época era meramente decorativo.

Un mundo salvaje en donde los hombres eran los que dominaban las artes, las ciencias, el gobierno, las guerras.

La mujer era utilizada como instrumento para perpetuar la estirpe de los varones, las sagas familiares.

Por eso cuando una mujer casada seguramente por contrato, por decisión meramente económica y para satisfacer demandas que nada tiene que ver con el amor, si resulta que la mujer no daba la descendencia que se esperaba de ella se convertía en un estorbo para los parientes.

Por eso no es de extrañar que los conventos estuviesen abarrotados de mujeres desechadas que ya no servían a la causa.

Por tanto, esto es lo que se nos hace más extraño.

Porque vamos a hablar de una figura de la que apenas quedan datos, tan sólo unas menciones en viejos libros o documentos pertenecientes a esos tiempos.

Lo verdaderamente curioso es que a esa persona del sexo femenino se la denomine “médica” en un tiempo en que las ciencias sanatorias eran practicadas única y principalmente por varones.


Cuentan las crónicas antiguas que en los tiempos del rey Juan I que había ocupado la Corona de Aragón en 1387 tras la muerte de Pedro el Ceremonioso, el monarca se entraba atareado por sus diversas ocupaciones entre ellas la caza, pero también el estudio de las estrellas y la alquimia.

Cuando Pedro IV el Ceremonioso falleció, la Corona de Aragón estaba extenuada, las guerras habían vaciado las arcas del tesoro, y los rebrotes acompasados de la peste amenazaban a todo el mundo, incluso a la familia real. Ante tal desfavorable coyuntura, el infante Juan no parecía el hombre adecuado para cambiar el rumbo de la situación.

Era un lejano enero de 1387 cuando se enteró de la muerte de su padre, el futuro rey estaba convaleciente de una grave enfermedad, posiblemente epilepsia. La persistencia de la extraña dolencia alimentó las sospechas de que el nuevo rey hubiera sido embrujado. La reina Violante de Bar, esposa de Juan I, difundió entre sus embajadores que el rey había sido hechizado a través de construcciones y sortilegios de imágenes. Ante la extrema gravedad de la situación, Violante, mandó llamar a Barcelona a los mejores expertos en medicina entre los cuales había astrólogos, nigromantes y sabios venidos de París o Aviñón. Incluso en un momento de máxima desesperación, la reina Violante prometió no llevar más perlas ni joyas preciosas en las vestiduras si Juan I sobrevivía a los presuntos sortilegios. Superada por los hechos, la mencionada reina también estudió el libro de nigromancia Cigonina escrito por el Obispo de Barcelona Jaime Sitjó, en busca de un remedio.

Mientras, el rey también sacaba fuerzas de flaqueza para peregrinar al santuario de Monserrat y encomendarse a la Virgen.

Había dado orden a sus consejeros de que todos aquellos libros que trataran sobre los temas de su interés fueran localizados y llevados a su presencia.

Creyente de hechizos y sortilegios mágicos, mandó llamar a un prior y le solicitó que le construyese unos anillos que le pudieran servir para defenderse contra maleficios.

Juan I, a la desesperada, solicitó los servicios del famoso médico Ibrahim de Xátiva y finalmente de un personaje femenino misterioso que tenía muy buena fama por entonces de la ciudad de Oriola: ques metgessa e guarey algunes malaties fortunals. (Que es médica y proteger al rey de algunas enfermedades que no se sabe la causa).

En otoño de 1387 Juan I, El Cazador, sanó de su enfermedad.


Pero a nosotros nos queda la duda:

¿Quién fue aquella oriolana desconocida que fue llamada para curar los males, la enfermedad extraña que aquejaba el monarca de la Corona de Aragón?

¿Fue una bruja, una curandera? Lo dudo pues los vocablos catalanes o aragoneses para tales personajes para nada tienen que ver con la denominación “metgessa” (médica) que encontramos en los documentos que se refieren a ella.

¿Será posible que esta tierra de Armengolas, esta Orihuelica del Señor sea el lugar dónde las mujeres más fuerza cobran de todo el país? 


Poner a una mujer oriolana a la misma altura de un sanador de origen árabe, o de los mejores sanadores de la Corte Europea, es poner el listón muy alto. Y más si cabe, para intentar sanar al que fue El Conde de Barcelona.

FUENTES: 
Breve historia de la Corona de Aragón -  David González Ruiz
La Valencia del más allá - Rafael Solaz



Reflexión:

Lamentablemente, la información que se tiene sobre la "metgessa" de Oriola (Orihuela) es muy limitada y fragmentaria, ya que se trata de una figura histórica que apenas dejó huella en los registros de la época. Por lo que se sabe, esta mujer era una curandera o médica que gozaba de buena reputación en la ciudad de Oriola y sus alrededores durante la Baja Edad Media. Fue llamada por el rey Juan I de Aragón para tratar una enfermedad que le aquejaba, y aparentemente logró sanarlo, aunque no se sabe con certeza de qué padecimiento se trataba.

Algunos historiadores sugieren que la denominación "metgessa" podría haber sido utilizada de forma genérica para referirse a cualquier mujer que practicara la medicina, sin que necesariamente tuviera una formación formal en la materia. Otros argumentan que, aunque la medicina era un campo dominado por los hombres en aquella época, no era infrecuente que hubiera mujeres que ejercieran como curanderas o parteras en las comunidades rurales.

En resumen, la "metgessa" de Oriola es una figura interesante y enigmática de la historia de la medicina, pero desafortunadamente no se dispone de suficiente información para conocer con detalle su identidad, sus prácticas médicas o su legado.



Resumen:

Durante la Baja Edad Media, la mujer tenía un papel decorativo en una sociedad dominada por los hombres en todos los ámbitos, desde las artes hasta el gobierno y las guerras. En esta época, las mujeres se utilizaban como instrumentos para mantener la estirpe de los varones y las sagas familiares. Si una mujer casada no daba la descendencia esperada, se convertía en un estorbo para sus parientes y a menudo acababa en un convento.

En este contexto, resulta sorprendente encontrar menciones de una mujer que se la denomina "médica" en una época en la que la práctica de las ciencias sanitarias estaba reservada exclusivamente a los hombres. Aunque apenas quedan datos sobre ella, las crónicas antiguas relatan que esta misteriosa mujer de Orihuela, en la Corona de Aragón, fue llamada para curar la extraña enfermedad que aquejaba al rey Juan I en 1387.

A pesar de la gravedad de la situación, la reina Violante de Bar no dudó en buscar a los mejores expertos en medicina y nigromancia para salvar a su marido. Incluso ella misma estudió el libro de nigromancia Cigonina en busca de una cura. Pero finalmente fue esta mujer oriolana, cuyo nombre desconocemos, quien logró curar al rey y poner fin a la crisis.

Aunque se desconoce la identidad y el origen de esta "metgessa", es importante destacar que su denominación como "médica" indica que se la consideraba una profesional de la salud, y no una curandera o una bruja, como se podría pensar en una época en la que la medicina era un terreno exclusivo de los hombres.

Esta historia nos recuerda que, a pesar de las restricciones y los prejuicios de la época, las mujeres también han tenido un papel importante en la historia de la ciencia y la medicina, aunque sus contribuciones hayan sido a menudo ignoradas o silenciadas.



sábado, 11 de noviembre de 2017

Los ritos funerarios de los antiguos íberos oriolanos



En los tiempos en que los íberos poblaban las tierras de Orihuela (VI a.C.,“Ibérico Antiguo”) se celebraban una serie de ritos.


Estos emplazamientos estaban situados principalmente en la ladera de San Antón, Los Saladares y San Miguel.

Los íberos se preocuparon mucho por la continuación de la vida en el más allá, intentando perpetuar en sus tumbas la misma estructura social. Prueba de este interés ultraterrenal es que algunas de las mejores muestras de arquitectura y escultura íberas se dan en este campo, especialmente en la zona sur.

Una costumbre funeraria era la incineración de los cadáveres. Moda que duraría hasta bien entrada la romanización y cuyo sentido religioso viene a decir que se trataba de una forma de purificar el cuerpo a través del fuego.

Se ataviaba al difunto con sus mejores galas y con los objetos de más valor para el fallecido.

Si este era militar se le enterraba con su arma colocada en posición doblada con la intención de dar a entender que el arma moría con el difunto. Pero si había ejercido algún tipo de oficio, se le acompañaba de su herramienta más importante.

El cortejo fúnebre iba formado por mujeres que con llanto desconsolado escoltaban al resto de la comitiva algunas veces portando un recipiente donde iban recogiendo sus lágrimas para luego acompañar a las cenizas del muerto. Junto a ellas, algunos músicos tocaban sus instrumentos primitivos haciendo sonar las notas del dolor. A paso lento unos caballos y sus jinetes caminaban junto al grupo del que por encima de todo destacaban los familiares que portaban los restos.

La procesión se trasladaba desde la casa del muerto hasta la necrópolis.

Durante la cremación en la pira se realizaban libaciones, arrojándose a la hoguera perfumes y otras ofrendas.

Las cenizas se recogían conjuntamente con algunos huesos que se seleccionaban  de entre los restos y eran encerrados en el bustum (sepultura) dentro de un recipiente cerámico y rodeadas de otros objetos pertenecientes al ajuar del difunto  como ropajes y enseres.

Para completar el ceremonial, podían celebrarse banquetes o fuegos funerarios.

Tenemos casos especiales en los que la urna funeraria era sustituida por una escultura en piedra por ejemplo a la diosa de la fecundidad.

Se conservan algunos relieves que representan a una cabeza de quimera con los pelos erizados y dientes bien definidos que se asemejan a las actuales representaciones demoniacas. 




Los utensilios rituales utilizados eran una especie de pebeteros donde se quemaban sustancias aromáticas, jarros de bronce, vasos cerámicos o braseros pequeños.


En las creencias religiosas íberas se trataba al lince como al Caronte Griego, aquel que transportaba a los muertos. Conjuntamente con el buitre que se ocupaba de los muertos caídos en batalla.


Leyendas de la Aparecida: La Chica de la Curva


Era una noche oscura y nada presagiaba que fuera a ocurrir algo bueno.

Un coche se dirigía por una de las carreteras que llevan al pueblo de la Aparecida con una chica en su interior.

No se sabe si pon un despiste, o por otro motivo desconocido, el coche se salió en la curva estrellándose y dejando en la carretera las marcas de los neumáticos.

Cuando llegaron los servicios de urgencias se toparon con la realidad fatídica y terrible.

Su conductora había fallecido en la flor de la vida. Una hermosa joven que apenas había vivido sus primeros años de juventud.

Desde ese terrible día, son muchos los que cuentan que viajando a horas de madrugada al pasar por aquella misma carretera que fue escenario del trágico accidente, han podido contemplar con las luces de su coche a una persona que hace señas para que detengan el coche.

Por supuesto, nadie o casi nadie se han atrevido a detener su vehículo por temor a que aquello no sea una persona real de carne y hueso.

Y los pocos que se han atrevido a parar el coche, se han topado con un misterio que a día de hoy sigue torturándoles la cabeza.

Cuentan que esa muchacha de aspecto famélico y con el rostro blanquecino extiende su mano señalando hacia el pueblo y con muy pocas palabras se hace entender que ese es su destino.

El último caso, una familia de tres integrantes que regresaba de una boda, detuvo el coche para subir a la joven en el asiento de atrás.

El niño se encontraba durmiendo así que por suerte nunca se enteró de lo que allí sucedió.

El matrimonio intentó mantener una conversación con la muchacha pero aquella permaneció unos instantes en completo silencio.

La pareja ya empezaba a notarse contrariada y un poco molesta ante la actitud de la chica pero en un momento dado, la joven hizo detener el vehículo.

Sus últimas palabras fueron: “En esta curva me maté yo”.

Relata a la pareja que al escuchar aquellas siniestras palabras no dieron crédito a la broma de la que creían estar siendo víctimas.

Al mirar hacia a atrás para pedir explicaciones a la joven autoestopista se dieron cuenta de que el asiento de atrás estaba completamente vacío a excepción de su pequeño.

¿Dónde fue a parar la chica?

¿Cómo salió del vehículo sin abrir ninguna de las puertas?

¿Es realmente el espíritu de la Leyenda Urbana la que vaga por estos lares?

No se sabe a ciencia cierto, lo que sí conocemos es la lista de lugares de España en donde casos similares han ocurrido que registró el programa de radio MILENIO 3 de la Cadena SER.

En esa lista aparece la curva de la Aparecida como punto clave.



FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)





jueves, 9 de noviembre de 2017

Leyendas de Bigastro: La Leyenda del Pueblo del Saco


¿Quién no recuerda de pequeñito cuando nuestras madres intentaban darnos de comer y nosotros mostrábamos una actitud obstinada y reticente y nos poníamos de morros?

Nuestras madres no tenían más remedio que amenazarnos y nos decían que si no éramos buenos y nos comíamos toda la comida, vendría el hombre del saco y nos llevaría?

Este término del “Saco” viene acompañando a los vecinos de Bigastro desde tiempos que ya no se recuerdan.

Pero a diferencia de la auténtica historia del hombre del saco, basado en los sucesos acontecidos en el pueblo de Gádor en la provincia de Almería en 1910 promovidos por un curandero conocido como Leona y que acabó con la vida de un niño de la que se extrajo su fluido vital para intentar curar los males de un tuberculoso, en nuestra localidad vecina no tiene un origen tan dramático.

Resulta que después de la guerra española, la gente se vio obligada ante la necesidad, a robar el sustento más básico para no perecer. El alimento.

Quiso la causalidad o bien, la fatalidad para aquellos que eran capturados con las manos en la masa, que todos ellos fueran vecinos de Bigastro. Parece ser que los demás chorizos tenían mejor facultades para salir a la carrera y que no fueran sorprendidos.

Así, poco a poco, fue extendiéndose la mala fama de que todos los de Bigastro eran unos ladrones y como siempre que eran detenidos tenían el botín de sus incursiones en el interior de sacos, corrió como la pólvora el rumor.

Así de este modo, el pueblo pasó a conocerse por toda España como el Pueblo del Saco.


FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Leyendas de Dolores: La Leyenda de los Santos


Nadie parece querer recordar que no hace mucho tiempo los seres humanos, esos que eran nuestros vecinos, nuestros propios hermanos y familiares, dejaron que la neblina de la barbarie les cegara y se dejaran llevar por un ambiente anti eclesiástico que se propagó por toda España como la pólvora en los días que precedieron a la contienda que enfrentó y dividió a nuestro país en dos partes.

Los milicianos la tomaron con las iglesias y con todo el patrimonio que había en su interior y en las fachadas y el daño artístico que provocaron no puede medirse o tasarse con una cantidad de dinero porque algunas de las obras que destruyeron no tienen precio.

Por eso, fruto de aquellos días salvajes, nos han llegado cientos de historias, unas en forma de leyendas, otras con visos de realidad vestidas con un fino manto de misticismo de la que voy a destacar una.

Cuentan del pueblo de Dolores, que en una de estas ocasiones, un grupo de milicianos estaban sacando a la fuerza y contra la voluntad del pueblo las figuras de los santos que se guardaban en su iglesia.

Un miliciano se quedó mirando de frente la talla de San Juan y con rebeldía le escupió estas palabras:

- ¿Tú que señalas?

Y justo después le rompió el brazo que había permanecido hasta ese día en posición semi horizontal con un dedo extendido.

Pocos días después se supo que aquel hombre se había marchado a combatir a la guerra y que en ella había perdido justamente el mismo brazo que le había roto a la figura.

Aquel mismo día de la barbarie, otro miliciano que se fijó en la talla de nuestro Señor Jesucristo observó que las piernas le sobresalían y de igual modo que a San Juan le habían roto el brazo, a Cristo le rompieron las piernas.

Pues bien, se sabe que este hombre regresó herido del frente en una camilla y sin piernas.

Los actos vandálicos de aquel día no se habían terminado, ya que uno de los milicianos que jugaba con una pistola se enfrentó a la talla de la Virgen y retó a los demás a que tuviesen el valor de dispararle a la frente.

Como nadie quiso hacerlo, él mismo apuntó hacia la figura y dejó que el arma descargara una bala que impactó sobre la zona de los ojos.

Y poco después sabemos por él mismo que regresó arrepentido y pidiendo perdón por haber dañado la figura de la Virgen que tanto adoraba y amaba el pueblo y que por ello se le había castigado y privado del don más preciado que podamos tener las personas, la capacidad de ver.



FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)



lunes, 6 de noviembre de 2017

Leyendas de Callosa: La Leyenda del Olivo de las Almas


Leyenda o no, es un hecho relatado que está inspirado en los testimonios de muchas personas que tuvieron la suerte de poder contemplar el fenómeno. Esto ocurrió hasta llegar al 1957 donde el árbol fue arrancado por viejo.

Se dice que en Callosa del Segura un campesino amable y trabajador plantó en su finca un olivar que ocupaba aproximadamente doscientas tahúllas.

En todas ellas, los árboles crecieron fuertes y hermosos, todos, excepto uno que se encontraba plantado cerca del cornijal de la arroba de la acequia.

El dueño de la finca, al ver que aquello no echaba raíces y que le resultaba una molestia más que algo productivo quiso arrancarlo.

Su mujer le dijo entonces que no hiciera tal cosa, que finalmente ese árbol daría sus frutos y que de ellos se extraería el aceite que daría vida a la llama de las almas.

El esposo con una pizca de incomprensión pero por cariño por su mujer, le hizo caso finalmente y dejó al árbol en paz que enraizara creciera a su ritmo.

Al poco tiempo, se produjo el milagro. Las palabras de la mujer habían caído sobre la tierra como bálsamo bendito y como si de una predicción se tratase, el árbol consiguió enraizar y comenzó a crecer.

Cuando llegó el tiempo de recoger la cosecha, el agricultor se quedó maravillado porque comprobó que de aquel olivo salían tres veces más fruto que del resto.

El hombre, en agradecimiento ante aquel milagroso hecho, decidió que todo el aceite que produjera aquel árbol consagrado y cuidado por las “almas benditas” fuese destinado para alumbrar las lámparas que se encendían en el pueblo dedicadas a dichas almas.


FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)

La Leyenda de Los Desamparados: El Condenado


Por boca de una anciana me llegan los ecos de una antigua leyenda en Los Desamparados.

Dicen que por las estrechas calles del pueblo, en una época no muy lejana, el espíritu de un hombre vagaba deambulando de un lugar a otro encadenado.

Su alma fue castigada por un crimen fortuito que había cometido tras un pequeño y lamentable malentendido.

Su muerte sucedió tan rápido que no le dio tiempo para ni siquiera sentir arrepentimiento de lo que había sucedido.

Por las noches oscuras, los vecinos escuchaban aterrorizados las voces fantasmales de un alma atormentada que gritaba incesantemente pidiendo auxilio y perdón por sus pecados.

Con un lamento quejicoso y un llanto desconsolado repetía una y otra vez que por favor rezaran por él.

El rozamiento de las cadenas contra el suelo y los lamentos duraban toda la noche y sólo al amanecer volvía la quietud y el silencio.

Su macabro trayecto le llevaba del pueblo al cementerio y de este otra vez al pueblo.

Seguramente porque un alma caritativa y buena se apiadó de la suya, ofreciéndole una oración, la maldición se rompió y desde hace más de ciento cincuenta años ya no ha vuelto a escucharse en la noche el ruido molesto y los gritos proferidos por aquel maldito que con su lento caminar y su viaje hacia ninguna parte trataba de exculpar sus pecados.



El pueblo permanece en paz en la actualidad. Pero no sabemos cuánto durará.

FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)


domingo, 5 de noviembre de 2017

Leyendas de Orihuela: La Leyenda del cerdo de San Antón


A falta de unos pocos días de la típica Feria de San Antón de Orihuela, uno de los protagonistas de dicha fiesta, el cerdo, se movía libremente por las calles en donde las familias de vecinos lo cuidaban y alimentaban antes de que llegara el día de la celebración en donde el animalico era sorteado.

Era costumbre en aquellos tiempos dejar al marranico que disfrutase de sus últimos momentos de libertad antes de que pasara a manos de algún agraciado que hubiese apuntado su nombre en los pliegos de papel que permanecían colocados sobre las mesas que estaban dispuestas para recoger la limosna que entregaban los interesados en participar en la rifa.

El animal que había sido expuesto con anterioridad en el mercado de los martes o algún domingo en alguna que otra calle céntrica de nuestra ciudad había atraído las miradas curiosas y algunas perversas de ciertos personajes que entre las sombras tramaban su fechoría.

Así, un día cualquiera, el aroma de los romeros y tomillos del monte de San Antón acompañaba las vibrantes y melodiosas notas de una guitarra.

En este idílico ambiente se produjo un hecho extraordinario.

Una serie de personajes de muy malas intenciones aprovecharon un descuido para sustraer al animalico y llevárselo lejos, al monte para matarlo.

Como si de un ángel guardián se tratase, una estrella brillante y poderosa apareció en el cielo emitiendo un gran resplandor.

Los criminales, asustados apretaron el paso sin comprender lo que estaba sucediendo. Ya que allá por dónde iban, aquella misteriosa luz les seguía.

Llegados a un lugar que consideraron seguro finalizaron su macabra obra dando muerte al cerdo y salieron por pies de allí.

Poco después, los vecinos enterados del asunto, corrieron al rescate del animal sustraído y se dirigieron a la sierra para constatar que ya no se podía hacer nada por el animalico.

Su conversación se centró en la aparición de aquella misteriosa estrella que algunos decían haber visto sin que nadie encontrara una explicación.

Un susto más sufrieron cuando encontraron una piedra en la montaña con una enorme mancha negra en forma de estrella y muy cerca de esta, otra piedra con una mancha similar pero con forma de cochino.

A su lado, las pruebas de la barbarie, la sangre del cerdo que aún goteaba caliente.

Cuentan algunos ancianos que todavía puede localizarse este lugar en la sierra de San Antón, las dos piedras con tan curiosas manchas que aparecieron de la nada en aquella no olvidada velada de San Antón en la que nunca pudieron consumar la rifa del cochino
.

FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)

sábado, 4 de noviembre de 2017

Leyendas de Orihuela: La Leyenda de las Cadenas


En la Plaza de las Salesas, en tiempos más tempranos, vivía un hombre acaudalado al que apodaban Juan “el Moro” o “el Mozo” según la versión.

Cuentan los más ancianos que aprendieron de sus abuelos y estos de sus bisabuelos que cuando este sujeto vino a vivir a tierras oriolanas trajo consigo a una niña cuyo nombre se pierde en el tiempo pero a la cual no dejaba de agasajar y mimar por el grande cariño que le tenía.

Como no podía ser de otra manera, los años fueron pasando para esta dichosa familia y aquella que había llegado como niña ya se mostraba a las gentes como una hermosa mujer cuya fama de preciosa se extendió por toda la comarca hasta el punto de que los pretendientes a su mano venían desde lugares inhóspitos y alejados.

Juan el Moro no quiso saber nunca jamás nada de tales pretensiones ya que según sus propias palabras su linda hija ya estaba comprometida con un próspero comerciante argelino.

Por ello debía de cuidar de ella con feroz celo hasta el día en que fuera entregada a su prometido.

Pero quiso el amor hacer acto de presencia en forma de un joven de nombre Andrés que era hijo de Pedro el Espartero.

Un muchacho que compartía con ella edad y aficiones y sin que la chica se percatara dejó que su mente se turbara por el fervor del enamoramiento.

Así que los días pasaban entre cálidos deseos de conocer a aquella muchacha que le arruinaba el sueño ya que deseaba abrazarla, besarla.

Cada vez que podía, se acercaba entre las sombras a la puerta a observar a su amada, noche tras noche, hasta alcanzar la madrugada. Y esto hizo mella en ella que fue dando paso de la curiosidad al cariño, de este al amor y finalmente al deseo.

Un día, la joven decidió que ya era hora de conocer a aquel que la observaba siempre escondido pero con la mirada cándida y dulce. Bajó disimuladamente y como quien no quiere la cosa, se hizo la distraída y consiguieron mantener una conversación.

Aquella fue la chispa que lo inició todo.

Desde aquel día, los encuentros en la Plaza de las Cadenas se sucedían cada vez con más frecuencia y la pasión que ambos sentían mutuamente iba creciendo sin control.

Y como es moneda de cambio en nuestra polémica ciudadela, la envidia, los celos, e incluso, las ganas de fastidiar al prójimo, hicieron su aparición a través de una anciana con aspecto de bruja que vivía por las cercanías de la Plaza de las Cadenas.

Dicha anciana malévola y sin corazón, fue a advertir al padre de la muchacha que quedó impresionado por tales noticias.

Así que entre ambos urdieron un plan.

El tutor de la muchacha se escondería en lugar seguro al acecho de que el pretendiente de su hija apareciese y en cuanto se observase algún comportamiento no deseado se produciría una reacción ante tal afrenta.

Una mañana, Juan permanecía oculto esperando ser testigo de la visita casual de su “enemigo”.

El joven apareció con una enorme sonrisa y la muchacha se arrojó a sus brazos.

El padre entró en cólera y sacó su espada.

Cuando todo pasó, el hombre se dio cuenta de la tragedia ya que con su propia arma había asesinado a los dos enamorados.

Un gran charco de sangre manchaba el suelo mientras él permanecía en pie aturdido por lo que acababa de hacer.

La pena fue más grande que su regocijo y acabó sacando uno de sus puñales y se lo clavó para acabar también con su propia vida.

Lo último que recuerdan las sabias gentes de Orihuela es que de la noche a la mañana apareció un caballero vestido de negro al que nadie conocía pero cuyas intenciones fueron en seguida supuestas. Había venido a llevarse consigo a la bruja, la verdadera culpable de aquel trágico asunto.

Poco tiempo después, en el día de Nuestra Patrona la Virgen de Monserrate, un barullo descomunal y ensordecedor atrajo las miradas de las gentes que vivían en la calle de La Feria.

El escándalo fue tal que los vecinos que se encontraban en la Catedral, salieron para saciar su curiosidad y pudieron contemplar un hecho que aún hoy día se recuerda.

Un gato negro enorme perseguía a una anciana con tal ferocidad y violencia que la acorraló en el recinto de las cadenas de la catedral que estaba considerado desde tiempos inmemoriales como lugar sagrado para los oriolanos.

El colérico animal se movía de un lado para otro sin querer penetrar en el recinto santificado.

Entonces, se detuvo en seco, se transfiguró en un ser humano de carne y hueso pero de aspecto extraño que recordaba a uno de esos seres malditos que viven en las entrañas de la tierra. Empezó a girar sobre sí mismo y como si un torbellino fuese, arrancó las cadenas con su fuerza y se llevó a la vieja con él y nunca más se supo de ella.


FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)

jueves, 20 de julio de 2017

LA GUIA DEL TERROR Y LA DIABLESA



En junio del 2006 salió a la venta la primera edición de “LA GUÍA DEL TERROR Lugares de España en los que pasar miedo y otras rutas con misterio” de Lorenzo Fernández Bueno.

Una guía turística con más de 50 lugares para visitar y que había sido diseñada para aquellos que como yo amamos el misterio.

Un libro de bolsillo con abundantes fotografías en color.




En la página 154, una mención y dos fotografías de una de nuestras esculturas más famosas, LA DIABLESA.


* Por supuesto, las fotos de esta entrada pertenecen al ejemplar de mi colección.



miércoles, 5 de julio de 2017

Leyendas de Orihuela: El Origen de la Aparecida


* Todo lo que aparece a continuación es una mezcla entre realidad y ficción que algunos vecinos de La Aparecida relataron en sus alocados viajes por la península del investigador alicantino Pedro Amorós. Estoy a la espera del texto basado en fuentes históricas que sustituya esta entrañable leyenda.

En una de las zonas agrícolas más ricas de la provincia de Alicante se encuentra una pedanía correspondiente al término municipal de Orihuela llamada La Aparecida.

En el año 1736 hubo una explosión en el cielo que sorprendió a varios testigos que dejaron su testimonio estampado en las páginas de la historia.

En el cielo se formó lo que les dio por comparar con un racimo de uva con varias luces misteriosas que se posaron sobre el Olivar Viejo.

A tan solo 5 km de Orihuela se encuentra esta localidad cargada de historias y leyendas.

Una de las más famosas relata que durante los tiempos de los moros, una familia humilde que vivía en el barrio de los Esparragales tenía un cuadro de la Virgen con facultad de obrar milagrosos prodigios.

Asustados por si algún forastero se enterara de la existencia de su tesoro y quisiera robárselo, lo enterraron en un bancal.

Pasado mucho tiempo, un labrador de nombre Jayme Trigueros se encontraba en casa en compañía de su mujer e hijas y un ayudante llamado Ginés Sanz.

En un momento dado, alarmados por una luz exterior que les llamó la atención pudieron contemplar en el cielo doce estrellas que se dirigían directamente hacia el suelo y que cayeron en la zona del Olivar Viejo.

Se dirigieron allí todo lo rápido que pudieron y se lo comunicaron a los propietarios del lugar donde se había producido el suceso.

Entre las miradas de curiosos y escépticos, hubo muy pocos que los tomaron en serio.

Llegados al 13 de mayo de 1736 a las tres y media de la tarde, estaban labrando cerca de un peñasco en el interior de sus tierras cuando notaron que las rejas del arado se engancharon en algo muy duro.

Detuvieron a los bueyes y observaron.

Les pareció que la causa del tropiezo había sido lo que parecían unas maderas viejas.

Forzaron a los animales a continuar y consiguieron extraer del suelo las maderas que eran de olivo y que ocultaban tras de sí algo mucho más increíble.

Ante sus desorbitados ojos apareció una especie de bóveda antigua.

Dentro de esta había un paño atado con una cuerda. Sucio y húmedo.

Se acercaron a un agujero que contenía algo de agua limpia y allí lo lavaron.

De repente, cuentan las antiguas crónicas, el lienzo empezó a emitir un brillo extraño. Como un halo resplandeciente y luminoso que rodeaba la figura de una mujer, la imagen de una virgen dando el pecho al niño Jesús.

Al día siguiente llevaron la buena nueva ante los oídos del obispo José Flores Osorio y este con una muestra de respeto y veneración ante la imagen concedió cuarenta días de indulgencia a quien se encomendase a ella con sus oraciones atribuyéndole una antigüedad de varios siglos.

Jayme Trigueros se la llevó a su casa y avisó a un habilidoso pintor para que la restaurara.

Se le ajustó un marco de madera y se hizo sitio en la casa para una improvisada capilla en donde el cuadro sería mostrado a la ciudadanía.

Los ruegos y peticiones no se hicieron esperar y más aún cuando parecía que todo lo que se pedía era concedido.

El rumor se corrió como la pólvora y los visitantes crecían y crecían cada día.

El reverendo de la Iglesia de Santiago de Orihuela se enteró del prodigio y acudió en busca de Jayme para reclamarle un lugar mejor de custodia para la imagen.

Usando todo su poder e influencias consiguió arrancarla de manos del agricultor y llevársela a su parroquia.

Pero el honrado trabajador no se detuvo ahí e interpuso una reclamación ante los tribunales de Orihuela que hicieron oídos sordos.

No hubo más remedio que acudir a la Real Audiencia de Valencia que finalmente devolvió la imagen a su legítimo propietario.

Fue colocada una vez más en la capilla primitiva de la casa y desde allí siguió obrando milagros.

Con el tiempo se determinó construir una ermita pero cono nadie se ponía de acuerdo en el lugar donde era más favorable se optó por montar la imagen en una burra y hacerla caminar hasta que el animalico se detuviera.

La burra llegó sin parar hasta el barrio de los Esparragales y allí se edificó la ermita.

Con el paso del tiempo el nombre se fue cambiando por el de La Aparecida.

El nombre de la ermita es el de Nuestra Señora del Belén y consta como ampliación de la parroquia de Santiago.

Las atrocidades de la Guerra Civil Española acabaron con la imagen al ser quemada la reliquia por manos enemigas de la fe y la cultura.


FUENTE: 
GUIA DE LA ESPAÑA MISTERIOSA de Pedro Amorós

FICCIÓN: La casa de las muñecas


Sí, esa es, la de la foto.

En ese caserón recuerdo que vivía un hombre de costumbres extrañas.

Era un hombre de aspecto famélico, siempre muy serio y con una mirada profunda que te atravesaba hasta el alma.

Era una persona de poco trato, parco en habla y de modales toscos como casi todo el mundo en Orihuela en aquella época.

Pero había algo en aquel sujeto que siempre me dio miedo.

No sé por qué pero siempre me atrajo la curiosidad.




Un día que sabíamos que el hombre se había marchado a realizar alguna faena fuera de su casa, nos acercamos varios de la pandilla y con cierta habilidad conseguimos introducirnos dentro de esa mastodóntica vivienda.

Lo que descubrimos allí nos dejó a todos helados.

Cientos de muñecas repartidas por varias habitaciones, una colección macabra de muñecas que algunas colgaban del techo como si estuviesen ahorcadas y otras habían perdido la cabeza.

¿Con qué clase de ritual nos habíamos topado?

La visión era tan espeluznante que aún me quedan recuerdos en forma de pesadilla.

Pero la casa sigue ahí en pie, pegada a la carretera. Esperando que cualquier día alguien entre y fotografíe el espectáculo.



Basado en un testimonio


martes, 4 de julio de 2017

3 Cruces en la Sierra de Orihuela


Esbelta y profunda, 

desafiante y majestuosa 

digna cruz de los oriolanos.



Abajo su orgullo contempla 

el tesoro de los hermanos.



Bendita por un santo,

amada por el poeta.

Versos de amor nacidos

de la sierra coqueta.




Me parece un poco fuera de lugar hablar hoy de una de las cosas que más maravillan a los vecinos de esta extraordinaria ciudad.

En lo alto de la montaña luce una de las glorias más visitadas en la historia de la Orihuelica del señor.

Me estoy refiriendo a la Cruz de la Muela.

Pero lo que la mayoría no sabe es que no es la única cruz que podemos encontrar a lo largo de toda la sierra oriolana.

Una cruz a la que es más fácil llegar y que se encuentra visible si nos acercamos al convento de San Francisco es la denominada Cruz de Palo.



Se trata de una cruz también de metal que se asemeja bastante a la Cruz de la Muela, pero con tamaño más reducido y de la que la tradición parece haberse olvidado.



Esta sería la vista desde abajo, cerca de las viviendas que hay a la izquierda del convento.

Pero los aficionados al senderismo por las montañas de nuestra localidad conocen muchos puntos de interés que permanecen escondidos para el resto de los vecinos locales.

Uno de estos secretos es esta hermosa cruz de madera situada en la parte de Montepinar.



El tamaño es ridículo comparado con las otras dos pero es algo que impone cuando te acercas a ella porque destaca sobre la inmensidad del barranco que corona.



Yo la llamo la Cruz de los Mártires o Cruz de las Minas ya que se encuentra encima de la zona donde los mineros de otros siglos perdían la vida extrayendo de las entrañas de la tierra aquellos minerales que les eran útiles para la subsistencia.



*Por supuesto, son lugares que admiro y que apenas tengo datos sobre ellas, pero conforme vaya sacando más información lo iré publicando en el blog.

*Desde aquí hago un llamamiento para todos aquellos que puedan aportar información relevante sobre este asunto.

*Estaré encantado de acoger en este blog lo que me relaten
.


martes, 27 de junio de 2017

La Bóveda: Escalada en Orihuela


Otro de los atractivos turísticos que esconde nuestra ciudad de Orihuela y que aún está por explotar es sin duda la práctica de la escalada que durante años llevan ejerciendo los integrantes de diversas asociaciones de la provincia e incluso de las regiones vecinas como Murcia que se desplazan hasta nuestra sierra para iniciarse en el mundo de esta modalidad de deporte considerada como de riesgo.

El sitio de prácticas de estos jóvenes es conocido como La Bóveda y se encuentra muy cerca de la conocida como Cueva de las Palomas, un lugar que recientemente he visitado y que puedo testimoniar que su nombre viene dado por la gran cantidad de aves de esta especie que suelen habitar sus recovecos. Se llega a través de la carretera que lleva al Rincón de Bonanza.


En esta foto puede observarse La Bóveda en todo su esplendor así como el orificio de la montaña conocido como La Cueva de las Palomas.



La belleza de este lugar también es inconmensurable.


Puede observarse el descenso del joven..



El balcón de la Bóveda. Una curiosa formación rocosa en forma de balcón que hay situado a la izquierda de esta.



Otro lugar de Orihuela bien considerado para la práctica de este deporte es la denominada Pared Negra.

A continuación copio y pego directamente de una página de Alpinismo...

ACCESO SECTORES:  MOMIOT, FRONTAL, BM y ARISTA DOBLE.

Por la Autovía Alicante-Murcia, salida 81 (Orihuela-Benferri), seguir en dirección Orihuela hasta pasar el túnel. Unos 500 m. después llegamos a Chimeneas Peñalver, a la dcha. Junto ella cogeremos un camino asfaltado de unos 50 m., al final del cual podemos dejar el coche.


APROXIMACIÓN:

Seguir el sendero que asciende por un pequeño bosque de pinos, que al final se bifurca junto al MOMIOT (15 min.)

Para acceder a la FRONTAL:  seguir hacia la dcha. y trepar por una pequeña chimenea (III) “El paso del Gato”, que nos deja al pie del Diedro. Para el resto de las vías, trepar unos 15 m. hasta localizar una gran repisa que corona toda la Frontal. Calcular 20/25 min.

Sectores BM y ARISTA DOBLE:  desde el aparcamiento nos dirigimos hacia la dcha. No existe una senda evidente, auque es de fácil acceso.  Calcular unos 20/25 min.  


DESCENSOS:

Cima del MOMIOT: donde acaba la clásica Jaén-Artigas, podemos rapelar 30 m. hasta la R2 de la ruta y seguir hasta situarnos al pie del Momiot.

Pared FRONTAL: 
  • Opción 1:  rápel: por el Diedro (1 de 30 x 1 de 25).
                                “   :  por la Kriptonita (1 de 25, 1 de 25, 1 de 20).
  • Opción 2:  donde acaba la vía del Diedro, buscar el Barranc Negre, un descenso fácil que sólo presenta un tramo de III, que esta equipado con un cable (10 m). Este descenso nos sitúa al pie de la vía del Diedro.

Sectores BM y a ARISTA DOBLE: desde la cima nos dirigimos hacia la izda. Podemos elegir entre los rápeles de la Amistad o el Barranc Negre, opción más interesante si no conocemos los anclajes situados arriba de las paredes.


DATOS DE INTERÉS:
ÉPOCA
De Octubre a Mayo. Orientación Sur/Sureste.

ROCA:
Caliza, con tramos rojizos en la Frontal y Sector BM.

HORARIOS:
Todas las vías se pueden hacer en una jornada, pudiendo hasta encadenar varias si ascendemos las equipadas.

AGUA:
No existe ninguna fuente, por lo que hemos de ir provistos de ella o comprarla en cualquier supermercado a bar de Orihuela.

DORMIR:
La acampada libre está prohibida. En la localidad disponemos de hoteles y hostales, si no queremos dormir a pie de vía, donde pasaremos inadvertidos.

TELÉFONOS ÚTILES :
Ayuntamiento Orihuela: (96) 5300745
Hospital Vega Baja: (96) 6606000
Oficina de Turismo: (96) 5305864

SITUACION:
Orihuela se localiza a 50 Km. de Alicante y a 25 de Murcia. Es conocida por su riqueza cultural y artística.


Más información en:

http://manolopomares.webnode.es/news/orihuela1/

https://grupooriolanomontana.blogspot.com.es/

lunes, 26 de junio de 2017

Gabriel Miró: El Narrador de la Muerte


Imagínense ustedes con que inquietud, con qué tristes y melancólicos recuerdos miraría hacía atrás hacia su tortuoso pasado este hombre de alma pura, de espíritu de escritor, sensible al dolor, al sufrimiento, a todos aquellos hechos que desde niño lo atormentaron.

Huellas que dejaron marcadas una sombra oscura en su alma como novelista y en cuya obra bibliográfica podemos encontrar cientos de ejemplos.

Hijo de la provincia de Alicante, nacido de una mujer guerrera como pocas en España pero muchas en Orihuela.

No obstante su madre fue la hija de aquella que lidiaba cada día con los hombres que a su posada acudían en el mismo lugar donde hoy se encuentra el puente nuevo y el casino pero que hace años estuvo situada la famosa posada de Pizana protagonista de cruentos hechos.

De esa noble chiquilla nació el humilde escritor, el hombre que hablaba con los espíritus, soñaba a diario con la muerte y se juntaba con compañeros para participar de siniestros pactos con el otro lado que le hicieron según cuenta en sus propios libros ser visitado por el mismísimo maligno.

Recordamos a sus tres compañeros del alma cuando estudiaba en el colegio Santo Domingo.

Como recorría sus pasillos acompañado de esas tres figuras menudas con las que reía, jugaba pero sobre todo lloraba.

No en vano, fue uno de estos tres amigos el que decidió sin previo aviso abandonar el grupo sin dejar ni rastro.

Aquel al que llamaban Señor Cuenca de tez pálida, aquejado siempre de extraños y desconocidos dolores.

Así que no sabemos que pudo sentir este chico al saber por un cambio en el discurrir habitual del cada día, que en vez de seguir con las horas de sueño profundo fue despertado, vestido casi a la fuerza a una hora muy temprana y llevado hasta la presencia de la mismísima muerte delante de la tumba de su amigo.

Un ataúd blanco abierto y colocado en su interior su compañero, su hasta hace unas pocas horas, uno de los que jugaba con él.

Ocupaba todo lo largo del ataúd pero su mirada no era la de un muerto pues según cuenta el propio Gabriel, ese sujeto inerte lo miraba desafiante como si sonriera.

Por eso nos preguntamos qué clase de huella dejó marcada esa visión en su delicado corazón, en el corazón del hombre sensible que escribe sin parar hasta hartarse afables argumentos en novelas que han llegado a nuestros días llenas de pasión pero también de mucha oscuridad, con un sentimiento de tristeza y camufladas bajo un lenguaje que a veces resulta un tanto tedioso como si estuvieran escritas en clave.

Yo siempre les cuento a aquellos que me escuchan que este hombre se merece un programa en Cuarto Milenio, pues si García Lorca fue el poeta del misterio por su habilidad para hablar con los animales, de contactar y sentir a los muertos, de entrar en un profundo trance en donde sus ojos permanecían en blanco durante minutos hasta que regresaba de la otra orilla, imagínense al novelista de la muerte, a un Gabriel Miró que pasó su vida aferrado a sus creencias más tenebrosas, a aquel que incluso el día de su muerte dedicó unas palabras a la Parca.

Y es que este hombre dejó un legado, una siniestra leyenda urbana de las más famosas de la Comunidad Valenciana.

Pero que con poco que investiguemos nos daremos cuenta de que de leyenda no tiene nada.

Fueron hechos que ocurrieron en la más pura realidad y que fueron recogidos por el mismísimo autor en varias de sus obras autobiográficas.

Pero una cosas son sus relatos y otra muy distinta los hechos que surgen de la imaginería popular.

Un ejemplo de esto es la historia que ahora les voy a contar.

¿Quién no conoce la leyenda del maestro que se queda hasta tarde trabajando y que cuando se va a marchar a casa ve una luz en una de las aulas?

Del hombre que sube e intenta abrir la puerta pero está cerrada.

Al día siguiente lo comenta con el resto de compañeros y acude en busca del encargado de las llaves poniendo en su conocimiento el hecho extraordinario.

Es imposible le dice el otro, todo está cerrado a esas horas y por supuesto apagado.

Como una petición personal el maestro le pide las llaves del aula y el otro se las presta por un día.

Llega una nueva tarde y esta vez el maestro se acerca al aula, abre la puerta y observa junto a uno de los pupitres a lo que parece ser un alumno rodeado de una luz extraña que no es la habitual del aula.

Hay algo que no cuadra en esa escena y el hombre cuando consigue romper su propio miedo le interroga sobre qué hace allí y cómo se llama.

El alumno le responde con una voz tan débil, tan carente de fuerza que recuerda más las palabras grabadas en una cinta producto de una psicofonía que la voz de un ser vivo.

El caso es que solo un apellido llega hasta los oídos del profesor, le parece haber escuchado la palabra “Cuenca”.

Y con ese nombre resonando en su cabeza y con un sentimiento de angustia que no comprende pero que asimila decide abandonar a ese sujeto y marcharse de allí lo más rápido posible.

Al día siguiente en el aula de profesores le aclaran que eso no es posible, que nadie en todo el recinto se llama o tiene de apellido esa palabra que sigue vibrando en su cerebro como una mancha que no quiere irse.

Cuenca, cuenca, cuenca.

Atormentado por una culpabilidad auto inducida decide investigar en los libros que registran los nombres de todos los alumnos que el colegio ha tenido a lo largo de muchos años e incluso siglos.

Hasta que por fin encuentra lo que tan ansiosamente estaba buscando.

Resulta que un tal Cuenca estuvo allí estudiando por el año 1889, y según consta en el registro, este alumno falleció siendo un niño.

¿Todo cuadra verdad?

Es justo en la época en la que Gabriel Miró estuvo internado en ese mismo colegio.

El maestro se da cuenta de que todo no es más que una broma macabra de un alumno interno descarado y decide acudir en su busca al día siguiente para echarle una reprimenda y a lo mejor hasta un castigo.

Pero el nuevo día presenta un cuadro distinto cuando el hombre se acerca a esa figura semitransparente que lo mira desafiante con un rostro carente de vida y con una inquietud que parece salida de la mismísima muerte.

A las pocas horas, el maestro es encontrado de forma inesperada, sobre el suelo, con su cuerpo que muestra unos movimientos en forma de espasmos, tirando espumarajos por la boca y diciendo y citando cosas extrañas.

Fantasma, fantasma, muerte, muerto….

Son las únicas, las últimas palabras que le escuchan sus compañeros pues tienen que llevárselo de urgencia a la enfermería y de allí al hospital.

Lo último que se recuerda de aquel hombre que quiso desafiar al espíritu del Señor Cuenca que vaga por las aulas del Colegio Santo Domingo en las noches más solitarias es que acabó en un centro psiquiátrico.

Y esta es la relación que tiene el famoso escritor alicantino, Gabriel Miró con una de las leyendas más famosas de la comunidad valenciana.


Víctor Navarro para CUARTO MILENIO.




miércoles, 21 de junio de 2017

El día de la Lechuza


Apenas unas horas han transcurrido desde la celebración del día de la Lechuza.

Cientos de personas se dieron cita ayer día 21 de Junio en el denominado Solsticio de Verano para ser testigos de un fenómeno único en la ciudad de Orihuela.

Desde las 19:30, varios curiosos se habían desplazado hacia las inmediaciones de la Iglesia de Santiago para poder contemplar sin perderse ni un detalle lo que acontecería alrededor de las 20:15 de la tarde noche.

En el lugar se personaron Miguel Sánchez Lidón, autor de una de las novelas de misterio más vendidas de entre todos los autores oriolanos. Equipado con un altavoz con el que deleitó a los asistentes con contínuas explicacines para que nadie se quedara sin respuestas.

Lo acompañaron, además de un público que rondaba los cientos de personas, el que ahora lo relata, Víctor M. Navarro, autor de este Blog y Pedro José Gomez Cascales,administrador de la página METEORIHUELA.



martes, 20 de junio de 2017

El lugar más mágico de Orihuela




Hay lugares que merecen ser descubiertos.

Paisajes que parecen sacados de una película y que aun estando delante de nuestras narices no somos capaces de apreciar en toda su plenitud.

Todavía recuerdo la primera vez que supe de ese sitio, de eso hace apenas un año.

Navegaba por la red como suelo hacer habitualmente en busca de novedades, de poder contemplar imágenes sensacionales que despertaran mi interés

Y durante un día concreto fue cuando me fijé en una fotografía que Antonio Mazón Albarracín había colgado en su página de Facebook.

Era una imagen en blanco y negro con cierta antigüedad.

En ella se mostraba una especie de arco de piedra natural y posadas sobre él, dos personas miraban a la cámara con unos ojos profundos y cargados de dulzura.

Esta imagen se me quedó grabada en la retina y pocos días después acudí en busca de ella para descargarla a mi disco duro.

¿Qué lugar era este de Orihuela del que yo nunca había tenido noticias y que me atraía tanto como una luz a la polilla?

Me sentí encandilado, hechizado por las sombras, por los surcos de aquella majestuosa peña, por la inocencia con que las dos personas se mantenían sentadas sobre aquel ingenio de roca tan atractivo y tan sugerente.

Los días fueron pasando y casi había olvidado esa imagen que seguramente quedó oculta en mi subconsciente.

Una mañana, de esas que se va uno de paseo por la sierra junto al Seminario, me llamó la atención un habitáculo rodeado por unos postes de madera que parecían indicar que ahí había algo importante que enseñar.

Animado como iba con deseos de aventura y de descubrir cosas nuevas con las que hacer crecer mí ya hinchado ego de oriolano satisfecho por la belleza de mi ciudad, me acerqué sin dudarlo hacia aquellos palos de madera con cuidado de no resbalar y caer.

Al caminar hacia aquella parte desconocida de la sierra, descubrí para mi asombro que por fin había dado con el famoso arco de piedra que tanto sueño me había quitado.

Por supuesto, no fue lo mismo, la sensación de verlo allí mismo vivo, a todo color que la fotografía artística en blanco y negro y con las personas sentadas encima que yo recordaba del Facebook de la página de Oriola vista desde el Puente de Rusia.

El caso es que me sentí muy alegre porque uno de los enigmas de Orihuela que me atolondraban un poco por fin había sido descubierto.

Me dediqué a contemplarlo con tranquilidad, disfrutando palmo a palmo de aquella lujosa vista que me seguía llamando.

Los ecos del pasado resonaron en mis oídos y mis ojos se llenaron de lágrimas al sentir una emoción indescriptible que me atrapó para que recorriera un camino del que yo nunca antes había oído hablar. Creo que lo llaman el camino del iniciado.

Me fui acercado lentamente, subí por encima de la dura piedra y busqué y busqué una pared por donde bajar hacia el sitio más profundo de aquella colosal belleza natural.

Me agarré a la roca y con cuidado inicié el descenso.

Era un paraje completamente desconocido para mí y sabía que mi delicada vista era un riesgo demasiado elevado que podía causarme más de un disgusto.

Aun así, había algo que me llamaba con tal fuerza que me sentí guiado.

Mirando alrededor de aquel sitio descubrí agujeros, cuevas y oquedades en la roca que me inspiraban también más curiosidad.

Poco a poco fue bajando, observado todo lo que había alrededor.

Hasta que por fin llegué a situarme justo debajo del arco y señores lo que sentí en ese momento, de verdad, lo que sentí, no puede describirse con palabras.

Me vi a mi mismo en comunión con la naturaleza y sobre todo con los antiguos que habían disfrutado de ese lugar muchos siglos antes que yo.

Era tan hermoso, tan perfecto, tan delicioso y delicado el momento, que fue como si me sintiera arropado de una luz inmensa, de un cantar angelical, de un halo de dicha y ventura que ustedes creerán que me volví loco.

Tuve que sentarme para no caerme por el aluvión de sensaciones maravillosas e increíbles que me abrumaron provocándome un incontrolable vértigo y que por lástima ahora solo son el suspiro de un recuerdo.

Era el lugar más bello de Orihuela y Orihuela, según dicen las crónicas clásicas era uno de los lugares más hermosos de la tierra.

Así que respiré el aire fresco de la sierra, sentí el calor de los rayos del sol penetrando en mi cuerpo, olí el aroma típico de esa parte del monte que adormecía mis sentidos con olores puros que mezclaban diversas especies de animales y plantas, árboles y arbustos.

Fue como sentir toda la universalidad en un único punto, la magia de lo divino y lo humano concentrado en un trozo de roca que con un simple ademán de agacharme una pizca podía tocar con las puntas de mis dedos y con las palmas de mis manos.

Me olvidé de los problemas, de las desgracias del planeta, de todo aquello que nos ofende o nos molesta.

Solo éramos yo, la madre tierra, la diosa primigenia de todos los tiempos, el viento que me acicalaba el rostro, los efluvios que me rodeaban y me penetraban por todos los poros y mi Orihuelica del Señor.

Eso fue lo que sentí en aquel lapso de tiempo que imagino sería breve pero que me pareció una eternidad.

Por supuesto, cuando desperté de aquella ilusión, quise que los demás oriolanos pudieran participar también de aquellas sensaciones, de aquellos momentos maravillosos que hicieron que por un instante fuera la persona más feliz de la tierra.

Por eso cuando me marché pocas horas después a mi casa, salí de allí con un propósito, de diseñar una nueva ruta turística de a pie con la que maravillar al resto de mis conciudadanos, de hacerles revivir aunque solo fuera unos segundos aquel instante prodigioso que a mí me ha dejado marcado para siempre.

En la primera Ruta Paraíso que hicimos, llegamos hasta allí con la impaciencia de los concurrentes novatos que están deseando descubrir el punto exacto.

Maravillados los participantes de la vista, algunos de ellos se hicieron como locos una interminable racha de fotografías.

Sin parar, una y otra vez.

Algunos de los asistentes, dijeron en voz alta, bien claro para que los demás lo oyéramos que quedaba pendiente para otro día, bajo otras circunstancias y sin compañía del resto del grupo, debían de volver a aquel lugar y ponerse bajo el arco para poder disfrutar en su máximo esplendor las consecuencias de aquella misteriosa llamada que sentíamos todos.

Espero que nadie haga la locura de venir a comprobar lo que aquí les cuento sin estar preparados.

Les advierto que es una zona peligrosa, que hay que llevar mucho cuidado en el descenso pero con un poco de paciencia y algo de vista y habilidad es muy fácil llegar al punto correcto en donde podremos sentirnos fusionados con el mismísimo universo, con el mundo entero. Ser partícipes de la luz.

A ser posible, háganlo sin compañía, pues no quiero que nada estropee ese momento divino que parece tan real, tan deslumbrante. Pero recuerden siempre, haber dejado un aviso con antelación a algún pariente por si algo les sucediera.

Nada más, solo me queda despedirme de ustedes e invitarles a descubrir, a comulgar con El Arco de la Amorosa de Orihuela.

Buen provecho y que lo disfruten.