Sí, esa es, la de la foto.
En ese caserón recuerdo que vivía un hombre de costumbres extrañas.
Era un hombre de aspecto famélico, siempre muy serio y con una mirada profunda que te atravesaba hasta el alma.
Era una persona de poco trato, parco en habla y de modales toscos como casi todo el mundo en Orihuela en aquella época.
Pero había algo en aquel sujeto que siempre me dio miedo.
No sé por qué pero siempre me atrajo la curiosidad.
Un día que sabíamos que el hombre se había marchado a realizar alguna faena fuera de su casa, nos acercamos varios de la pandilla y con cierta habilidad conseguimos introducirnos dentro de esa mastodóntica vivienda.
Lo que descubrimos allí nos dejó a todos helados.
Cientos de muñecas repartidas por varias habitaciones, una colección macabra de muñecas que algunas colgaban del techo como si estuviesen ahorcadas y otras habían perdido la cabeza.
¿Con qué clase de ritual nos habíamos topado?
La visión era tan espeluznante que aún me quedan recuerdos en forma de pesadilla.
Pero la casa sigue ahí en pie, pegada a la carretera. Esperando que cualquier día alguien entre y fotografíe el espectáculo.
Basado en un testimonio
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