Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

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sábado, 11 de noviembre de 2017

Leyendas de la Aparecida: La Chica de la Curva


Era una noche oscura y nada presagiaba que fuera a ocurrir algo bueno.

Un coche se dirigía por una de las carreteras que llevan al pueblo de la Aparecida con una chica en su interior.

No se sabe si pon un despiste, o por otro motivo desconocido, el coche se salió en la curva estrellándose y dejando en la carretera las marcas de los neumáticos.

Cuando llegaron los servicios de urgencias se toparon con la realidad fatídica y terrible.

Su conductora había fallecido en la flor de la vida. Una hermosa joven que apenas había vivido sus primeros años de juventud.

Desde ese terrible día, son muchos los que cuentan que viajando a horas de madrugada al pasar por aquella misma carretera que fue escenario del trágico accidente, han podido contemplar con las luces de su coche a una persona que hace señas para que detengan el coche.

Por supuesto, nadie o casi nadie se han atrevido a detener su vehículo por temor a que aquello no sea una persona real de carne y hueso.

Y los pocos que se han atrevido a parar el coche, se han topado con un misterio que a día de hoy sigue torturándoles la cabeza.

Cuentan que esa muchacha de aspecto famélico y con el rostro blanquecino extiende su mano señalando hacia el pueblo y con muy pocas palabras se hace entender que ese es su destino.

El último caso, una familia de tres integrantes que regresaba de una boda, detuvo el coche para subir a la joven en el asiento de atrás.

El niño se encontraba durmiendo así que por suerte nunca se enteró de lo que allí sucedió.

El matrimonio intentó mantener una conversación con la muchacha pero aquella permaneció unos instantes en completo silencio.

La pareja ya empezaba a notarse contrariada y un poco molesta ante la actitud de la chica pero en un momento dado, la joven hizo detener el vehículo.

Sus últimas palabras fueron: “En esta curva me maté yo”.

Relata a la pareja que al escuchar aquellas siniestras palabras no dieron crédito a la broma de la que creían estar siendo víctimas.

Al mirar hacia a atrás para pedir explicaciones a la joven autoestopista se dieron cuenta de que el asiento de atrás estaba completamente vacío a excepción de su pequeño.

¿Dónde fue a parar la chica?

¿Cómo salió del vehículo sin abrir ninguna de las puertas?

¿Es realmente el espíritu de la Leyenda Urbana la que vaga por estos lares?

No se sabe a ciencia cierto, lo que sí conocemos es la lista de lugares de España en donde casos similares han ocurrido que registró el programa de radio MILENIO 3 de la Cadena SER.

En esa lista aparece la curva de la Aparecida como punto clave.



FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)





martes, 3 de enero de 2017

Relatos de Ruta X: La Comitiva



No es que yo crea mucho en estas cosas, si he venido a participar de esta ruta ha sido cosa de mi pareja.

A mí todo esto me da un poco de "Yuyu" y pocas cosas tengo que contar al respecto.

A lo largo de mi vida y ya ves que son años, sólo he tenido dos roces con los extraño.

Ambas ocasiones cuando mi padre ya no vivía.

Teníamos por costumbre cuando trabajábamos con dureza en nuestras tierras, hacer unas pequeñas hogueras para quemar rastrojos y malas hierbas.

A veces, la hoguera la dejamos durante bastante tiempo encendida e incluso nos marchábamos a nuestra casa no sin echarle un ojo de vez en cuando y nunca nos acostábamos a dormir sin haberla sofocado del todo.

No queríamos sustos ni contratiempos.

Pero el turno pasó para todos, mi padre envejeció y le llegó su hora.

Después de un entierro memorable lo sigo recordando como lo que fue, un hombre fuerte y siempre atareado con sus cosas del campo en donde yo de joven le echaba una mano.

Lo que ocurrió fue lo siguiente:

Un día en el que me encontraba quemando unas cosas en pleno invierno me sentí desfallecer por el esfuerzo y decidí marcharme a casa con la intención de volver poco después a asegurarme de que el fuego no seguía encendido.

Ya en casa, las horas pasaban despacio y el frio en el exterior se hacía más afanoso.

Tapado con una manta y abrigado bajo el calor del otro fuego que tenía en la chimenea no tuve ningunas ganas de salir a apagar el del exterior cuando llegó el momento.

Tenía los ojos cargados de pesadez y estaba casi dormido.

De repente escuché un brusco sonido como si algo hubiese golpeado a lo lejos por la zona en donde tenía que acudir pero la pereza no me dejaba.

Alarmado por si el fuego hubiese causado algún tipo de catástrofe o accidente, me vestí de mala gana y me dirigí en busca del fuego.

Al llegar allí, no comprendí lo que había pasado.

Pues donde antes lucía una gran llama, ahora no había nada. Lo extraño es que no quedaban ni las brasas de la hoguera.

Y lo más raro de todo es que apenas unos minutos antes, yo desde casa aún podía ver la imagen lejana del fuego ardiendo a través de mis ojos.

Ni una pizca de humo, nada, como si allí nunca se hubiese encendido una hoguera.

Y lo más chocante de todo fue aquel penetrante aroma, aquel olor inconfundible y familiar a mi padre, que había fallecido un año antes pero que su esencia se sentía como si hubiese estado allí mismo y se hubiera encargado él de apagar la lumbre.

Es algo que no me puedo quitar de la cabeza pero imagino que es producido por el dolor y el recuerdo al haber perdido a un ser querido.

Lo otro que me sucedió de una manera indirecta lo vivió mi ex-mujer.

Cuando estaba casado con ella, antes de que los problemas se agravaran y se convirtieran en detestables e inaguantables, dormíamos una noche en la misma cama de matrimonio.

Al día siguiente, al despertar la encontré algo alterada. Sus nervios estaban a flor de piel.

Me contó lo que le había sucedido aquella misma noche.

Y yo la reprendí porque no me había llamado y despertado para que yo mismo hubiese podido ser testigo de lo que ella afirmaba haber visto con sus propios ojos.

Según me contó, ella descansaba plácidamente cuando de repente algo la hizo despertar.

Con los ojos adormilados y entra las sombras de la noche vio con toda claridad como un grupo de personas en comitiva entraban en nuestra habitación y se acercaban a donde estábamos.

Los sujetos se colocaron frente a nosotros a los pies de la cama y mantenían sus rostros ocultos pues se quedaron de espaldas a nosotros.

Entre ellos, apareció una cara sonriente y de sobra conocida.

Era mi padre que había fallecido como dije antes hacia un par de años.

El caso es que el hombre, o mejor su espíritu dejó un mensaje en el aire:

Si llego a saber qué voy a estar tan bien me habría muerto antes.

Con esas palabras me dijo mi mujer que había sido agraciada por la voz del difunto.

Dicho esto, sonrió, hizo un gesto con la mano y se marcharon o desaparecieron, no lo recuerda.

Ya te digo que a mí las cosas de los difuntos me dan mucho miedo y sólo yo y ella fuimos protagonistas en aquella ocasión.

Me hubiese gustado haber podido ser parte de su visión, de todo lo que ella me contó al día siguiente que había presenciado.

Pero lo único que puedo darte es su testimonio y te aseguro que su rostro lucía un color grisáceo y tuvieron que pasar varios días para que ella se sintiera más calmada y a salvo.














jueves, 27 de octubre de 2016

Relatos de Ruta III: Saludando a Fulanico



Mira, nunca he llegado a ver un ladrillo volando delante de mí y es algo que pongo como ejemplo que me gustaría poder contemplar, por decir algo. –Dice el marido.

Pero sí te digo que a veces los he llegado a ver además de sentirlos.

Se me cambia hasta el color de los ojos, los pelos de la nunca se me erizan y siento un escalofrío.

Incluso en ocasiones, estando en contacto con mi mujer le he traspasado la capacidad de observarlos a la vez que yo.

No sé si llamarlo don o maldición, el caso es que yo mismo, me encantaría saber cómo o porqué a veces soy capaz de verlos.

Eso sí, a mí, jamás me han hecho nada malo.

Te voy a contar una cosa curiosa que nos ocurrió una noche que veníamos acompañados de otra pareja. –Empieza a relatar la esposa:

Nosotros estábamos metidos en una comparsa de los Moros y Cristianos de Orihuela que se llamaba Los Realistas  y que estaba por la parte de dentro. Ya sabes que antes la mayoría de comparsas estaban en la zona del Rabaloche.

Subíamos un viernes por la noche a la reunión de los moros.

Desde el paseo pa arriba andando.

Con otra pareja más. Ellos por delante y nosotros los seguíamos a escasa distancia.

Y a la altura un poco más alejado de Monserrate, vemos a un amigo.

¡Chico, cuanto tiempo sin verte!

Nos ponemos a charlar y le dice mi marido, te presento a mi mujer.

Le doy dos besos al chico. Y estuvimos por lo menos diez minutos hablando con él.

Y cuando echamos a andar, la otra pareja esperaba de pie.

Entonces, se acercan nuestros amigos y nos dicen:

¡Qué!, ¿Qué estáis haciendo?

Es que nos hemos parado un momento para saludar a Fulanico.

Qué cojones Fulanico, si hace tres meses que está muerto. Aún no hemos llegado a la comparsa y los locos estos ya van peo.

¿Pero qué estabais haciendo de verdad?

Pues hablando con un amigo de mi marido.

Pero qué amigo, si ahí no había nadie, os veíamos moveros solos haciendo gestos como si hablaseis con alguien pero no había nadie.

Pues yo he hablado con un hombre, lo he saludado e incluso le he dado dos besos. Lo he visto Igual que estás tú aquí delante.

Anda, anda, vamos pa´lante que estáis locos.

Aquellos nos tomaron como dos lunáticos pero yo tengo en mi recuerdo que una noche besé a un aparecido.