Durante varios días estuvo al acecho en el número 16 de la calle San Juan.
Para algunos una lunática, para otros, una endemoniada y poseída
que con sus gritos y blasfemias ponía en alerta a todo aquel que se atreviera a
pasar ante ella.
Hija de una familia distinguida y de honores virtuosos salía
a la calle para molestar a sus vecinos. A los que les gritaba vocablos obscenos
y frases que en otra época la habrían llevado directamente a la hoguera.
La familia por supuesto la dejaba como caso perdido y el
único contacto que mantenían con ella era proporcionarle un plato de comida que
en seguida era esparcida por el suelo y como si de un animal se tratase se ponía
a cuatro patas y empezaba a lamerla tendida sobre la tierra.
Con el pelo desgreñado y el bello de la barba descontrolado
es como hemos sido testigos de esta visión del averno que a veces desnuda por
completo y otras con una camisa rota y sucia nos saludaba con interminables y
dolorosos lamentos imposibles de aguantar.
Soeces palabras que salían de sus labios mientras ejecutaba
movimientos que la pluma no puede describir en gracia a la moral.
Los ojos como bolas de fuego y su boca viperina que no hacía
más que escupir palabras malsonantes y escandalosas para una chica de la época.
Las posturas más obscenas eran vividas por aquellos que no
tenían más remedio que cerrar los ojos para no ver la desnudez de un cuerpo
pálido.
Durante mucho tiempo permaneció en ese estado hasta que
finalmente fue abandonada por sus familiares no sin antes tapiar con maderas
las ventanas para impedir que se arrojara por los balcones.
El juez de primera instancia Francisco Barrios Álvarez y el
hermano de la infeliz, D. Mariano Tomás, canónigo de Segorbe se pusieron de
acuerdo para hacer las gestiones pertinentes para que la susodicha fuera
ingresada en el Manicomio Provincial dando las oportunas órdenes a D. Juan
López para que la asistiera y pudiera curarle el extraño mal.
Nunca más supimos de ella.
FUENTES
El Diario Orcelitano nº 146, 5 de agosto de 1904.
Unión Republicana nº 113, 10 de octubre 1905.
Unión Republicana nº 116, 3 de noviembre 1905.
Unión Republicana nº 127, 3 de febrero 1906.
ACTUALIZACIÓN 25/4/2016:
Nos informan desde la vecindad que en una casa situada en la otra calle paralela, justo pegado al lugar en donde hemos localizado el lugar exacto en donde se erigía la casa en cuestión pero que ahora es un solar, que ocupa las dos calles, se siguen produciendo fenómenos anómalos como ruidos en la noche de pasos invisibles por los pasillos.
Nunca más supimos de ella.
FUENTES
El Diario Orcelitano nº 146, 5 de agosto de 1904.
Unión Republicana nº 113, 10 de octubre 1905.
Unión Republicana nº 116, 3 de noviembre 1905.
Unión Republicana nº 127, 3 de febrero 1906.
ACTUALIZACIÓN 25/4/2016:
Nos informan desde la vecindad que en una casa situada en la otra calle paralela, justo pegado al lugar en donde hemos localizado el lugar exacto en donde se erigía la casa en cuestión pero que ahora es un solar, que ocupa las dos calles, se siguen produciendo fenómenos anómalos como ruidos en la noche de pasos invisibles por los pasillos.
Posiblemente nos encontremos ante un lugar maldito en donde
ocurren todo tipo de fenómenos extraños.
Primero una chica joven que actúa como si no fuera ella,
como si algo la poseyera y la obligara a salir a la calle en 1904 semi-desnuda
haciendo y diciendo cosas muy obscenas que recuerdan un poco a lo expuesto en
la que está considerada como mejor película de terror de todos los tiempos: El
Exorcista.
Palacio de la Linde, antiguo nº 44 en el año 1900 |
Ya que su comportamiento era muy parecido a lo que la cinta
nos mostraba con la pequeña Reagan.
¿Es realmente un lugar maldito que atrae los hechos sin
explicación, a entes negativos que poseen el cuerpo y alma de otras personas
hasta hacerles perder la razón como a la chica que encerraron en el manicomio?
¿O es quizás un lugar de paso para almas en pena que por la
noche buscan su camino hacia la luz?
* Pido disculpas por adelantado si alguien se sintiera ofendido.
* Pedimos también disculpas a la Residencia de Estudiantes Miguel Hernández por el perjuicio que le hubiéramos podido ocasionar.
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