El 7 de noviembre del año de 1894, los murcianos dieron el grito de alarma.
En esta calle conocida como Federico Balart en la actualidad se sucedieron una serie de fenómenos de lo más extraño.
Era habitual y así contaban los huertanos vecinos próximos de la zona que todos los martes, los duendes tomaban posesión de aquella casona en la que se escuchaban ruidos misteriosos y se veían luces extrañas.
Según algunos de los testimonios, a las doce de la noche, una paloma blanca se introducía por la chimenea acompañada por una legión de espíritus que cantaban una oración. Llamas rojizas y azuladas se movían mientras sobre ellas giraban las almas de los condenados.
Incluso aseguraban que el ambiente se viciaba con un olor insoportable a azufre.
Y de ellos se hicieron eco varios diarios de la época aunque tachándolo de analfabetismo y superstición.
Las Noticias de Levante o el Diario de Murcia son dos de los periódicos en los que aparecieron los hechos relatados.
Avisando de un acontecimiento que no hizo sino añadir más leña al fuego al dejar constancia de que uno de los agentes del orden público, sacó su arma reglamentaria para intentar poner orden y al hacerlo un golpe brusco que lo dejó de piedra sonó en el interior de la vivienda.
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