Un joven pastor de nombre Venancio viajaba con el rebaño en
busca de pastos frescos por la ladera de la sierra callosita, cuando se dio
cuenta de que le faltaba uno de los animales que se había encaramado en lo alto
de un pico escarpado que se eleva haciendo sombra a la ciudad.
Venancio que vio que la cabrica no podía salir, acudió en su
auxilio, pero tuvo tan mala fortuna que perdió pie y cayó al vacío.
En la caída, se encomendó a San Roque con toda su fe y devoción.
Y antes de que su cuerpo golpeara contra el suelo, sucedió
el milagro, pues una fuerza misteriosa lo posó sobre la superficie sin sufrir
daño alguno.
El pastor, se sintió tan correspondido, que le hizo una
promesa al santo, como agradecimiento, acudiría cada año a colgar un farol con
luminarias en lo alto de aquel lugar en donde se había producido el milagro.
Al morir Venancio, sus descendientes continuaron la
tradición.
Cada 5 de agosto, subían a rememorar aquel milagro
acompañados de un enorme farol que encendían para que los habitantes de la
Vega Baja supieran que la novena a San
Roque había dado comienzo.
Hoy en día se sigue repitiendo la tradición, una comitiva
parte desde la puerta de la
Iglesia.
Un niño se disfraza de pastor y hace la representación de
Venancio vestido para la ocasión.
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