El Aliacán era una enfermedad común desde época medieval que
se basaba en la observación de ciertos síntomas en la persona afectada como podrían
ser pérdida de apetito y rostro pálido como marcado por la melancolía y la
tristeza.
Estados más graves producían incluso náuseas y vómitos.
El término nos viene de nuestra región vecina Murcia, en
donde les dio por cambiarle el nombre al vocablo árabe para designar la dolencia
conocida como ictericia o tiricia.
Esta enfermedad viene ocasionada por un exceso de
bilirrubina en la sangre y provoca unos síntomas visibles en las personas
afectadas como pueden ser piel amarillo-verdosa.
Hoy día estos síntomas se
asocian con la enfermedad del hígado Hepatitis.
Todos los pueblos y ciudades que rondaban las aguas del
Segura hicieron suyo el término para ponerle nombre a una extraña enfermedad
que aquejaba a niños que pasaban por periodos de tristeza (depresión) o adolescentes
que se sentían sin energía y desganados.
Entonces se decía que estaban “alicaídos”.
El remedio que por aquel entonces le dio a la gente por
probar era la de colocarse junto a las aguas de nuestro querido río Segura y quedarse
fijamente mirándolas durante largos periodos en los que al mismo tiempo se
debía de recitar una oración.
Otra forma más curiosa de curar estos síntomas era a través
de un ritual cotidiano como era la de orinar sobre las flores blancas del
manrrubio.
Dicen que haciendo esto se devolvía el color perdido a los
rostros de los que lo habían padecido.
Fue una época en la que los llamados “Curanderos” hicieron
su agosto pues casi todas las familias oriolanas acudían en secreto con alguno
de sus miembros aquejados con tales dolencias. Y si no, que se lo pregunten a la señá Eustaquia.
Más remedios conocidos son los de colocar una vela encendida
o un candil o mariposa.
El curandero imponía sus manos sobre el afectado en la cabeza
y otras partes del cuerpo y con una cruz se hacía un pequeño ritual.
El sanador quedaba en trance durante unos minutos y luego se
le daba al paciente un pequeño recipiente que contenía un líquido extraído de
la savia de las chumberas para cuando notase que la enfermedad regresaba.
*Y a continuación, un relato corto de Adolfo Claravana sobre un hombre aquejado del mal aquí arriba explicado.
*Y a continuación, un relato corto de Adolfo Claravana sobre un hombre aquejado del mal aquí arriba explicado.
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