Este es el testimonio curiosísimo de una de las personas que asistieron a una de las Rutas del Miedo y que con todo el cariño y afecto del mundo nos contó al grupo y dio su permiso para que lo publicara en el Blog:
Pues yo tendría por los seis años.
Vivíamos en una casa vieja de San Bartolomé que sabíamos que
antes había sido habitada por otras personas que quizás dieron con sus huesos
en el suelo de aquel mismo lugar.
Un día, me mandó mi madre llevar algo de ropa a su
habitación.
Como yo era una niña pequeña muy asustadiza tuve que hacer
un esfuerzo muy grande para vencer mis miedos.
Yo caminaba hacia el interior pensando:
No debo de tener miedo, voy a entrar, si no mamá se reirá de
mí y me castigará.
Tenía que atravesar la habitación a oscuras, subirme a la
cama y estirar del interruptor de la lámpara al que apenas alcanzaba para que
la luz iluminara débilmente la habitación.
Pero me convencí tanto a mí misma de que debía ser valiente
que al final decidí entrar a oscuras y no encender la luz.
Pasé por la penumbra al lado de un gran cofre que era el que
mamá usaba para guardar la ropa.
Y pegado a este enorme cofre había una pequeña mesita.
Y justo en medio quedaba un hueco vacío.
Pues aquel día yo vi la sombra de alguien agazapado en la penumbra,
alguien que permanecía escondido agachado y tapado con lo que me pareció una
sábana blanca, la típica figura de los fantasmas de los dibujos animados.
Claro, yo pensé, este es mi hermano que se ha escondido aquí
para darme un susto.
Entonces extendí la mano y le toqué la cabeza gritando:
Rober, sal de ahí que sé que eres tú y no me das miedo.
Luego me marché de la habitación y fui a contárselo a mi
madre.
Y resulta que mi hermano no estaba en casa en aquel momento.
Cuando caí en aquel pequeño detalle que era lo suficientemente
importante para no obviarlo, advertí a mi madre de que en su cuarto había alguien
escondido en aquel rincón portándose como un fantasma.
Y yo muerta de miedo porque lo había tocado con mis propias
manos.
En mi casa estábamos mi madre y yo solas. Mi hermano se
había ido a casa de mi abuela a dormir y aún no había regresado.
¿Imaginación de un niño?, pues puede ser porque yo era
pequeña, pero es que lo tengo tan claro en mi memoria, el vernos a las dos,
madre e hija entrando a la habitación para buscar aquello que yo había tocado y
encontrarnos el hueco completamente vacío.
No vimos a nadie y nunca obtuvimos una respuesta
satisfactoria sobre ese asunto.
Lamentablemente, cuando lo de la riada, como era una casa de
tierra y barro, hubo que tirarla entera y hacer una vivienda nueva.
Por tanto, la antigua casa, ya no existe como tal.
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