Un rey morisco sorprendió a su hija, la princesa, entregando su cuerpo a un joven.
Se produjo entonces un enfrentamiento entre los dos varones que acabó con el rey herido de gravedad.
Se produjo entonces un enfrentamiento entre los dos varones que acabó con el rey herido de gravedad.
En su agonía, el rey moro maldijo a la
hija y le dijo que pasaría la eternidad maldita en el Cabecico Soler, en forma de espíritu vagaría eternamente hasta que alguien se atreviese a llevarla en brazos hasta el río y la mojase los pies. Y esto debía ser en la noche de San Juan.
Y cuentan aquellos que la han visto, que al pasar las 12 se la han topado por el monte vestida de blanco.
Hubo una vez un pastor que buscando matas para su ganado
encontró una extraña hierva en forma de cinta en el interior de una cueva en la
cima del cabecico Soler, se puso a tirar de ella y sacó del monte a la Espantá.
Pero no se asustó porque vio que era muy hermosa.
-
Si me llevas al
río y me dejas que moje los pies, el encantamiento cesará.
Así que el pastor la cogió en brazos para llevarla al río.
Pero el camino fue arduo porque seres monstruosos se
cruzaban en su camino.
Así fue testigo de toros bravos, serpientes venenosas,
perros rabiosos, e incluso lobos asesinos. Pero ella le decía:
-
No te
asustes y pasa sin hacerles caso.
Pero le salió al paso un león que por boca tiraba fuego. Y
el pastor del susto la dejó caer y salió huyendo mientras escuchaba la voz de
la encantá que le decía.
-
Sí, truhán,
corre, corre, que por tu culpa 100 años más me habré de quedar en este monte.
Y así hasta el día de hoy podemos encontrar a los
descendientes del pobre pastor que era conocido como Tío Vila que con la boca
fuera por sortilegio quedaron hasta el fin de sus días.
Desde entonces, nadie se ha atrevido a desencantarla.
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