Era Miguel Hernández como son algunos oriolanos de sangre
noble y rebelde, con las convicciones puras y de gran corazón.
Desde el principio de las hostilidades había combatido en el
frente en el batallón comunista de “el Campesino”.
Así que había vivido de frente los horrores de la lucha, el
sabor de la sangre, las noches duras sin conciliar el sueño. Y todo por unos
ideales a los que se había adherido al visitar la capital de España.
Luchaba por lo que el creía era justo, por la libertad, la
fraternidad y se topó entre su bando con la misma porquería contra la que
batallaba.
Llegó a Madrid el Poeta del Pueblo a visitar a su amigo
Vicente Aleixandre y le contaron que en casa de Rafael Alberti y Teresa León se
organizaba una fiesta en homenaje a la mujer antifascista.
Así que cargado de indignación corrió a hacerles una visita
y que supiesen de su inconformismo.
El acto había sido organizado por el matrimonio Alberti-León
e iba a ser celebrado en el Palacio de Heredia Spínola de Madrid que había sido
expropiado para servir como Lugar de reunión de intelectuales que luchaban
supuestamente contra el fascismo y por la defensa de la cultura y la igualdad
entre todos los hombres y mujeres presidida por José Bergamín.
Llegó Miguel acalorado a la puerta del edificio y tocó sobre
esta con los nudillos.
El portón se abrió y apareció ante él su amigo Rafael
Alberti dándole la bienvenida y animándolo a que se sumase a la fiesta.
Desde la misma puerta contempló atónito que mientras unos
pasaban hambre por la lucha en el frente, otros se repartían las viandas,
hermosos manteles y flores adornaban las mesas y las copas de champán brillaban
al chocar unas contra otras.
Pero Miguel con el sabor aún fresco del sufrimiento y la
sinrazón de las trincheras cogió a Alberti de la manga y lo obligó a bajar la
cabeza para decirle algo al oído sin que los demás lo pudiesen escuchar. Esto
es lo que le dijo:
- Rafael, veo mucha puta por aquí y algún hijo
de puta.
Alberti, quedó atónito contemplando al que el consideraba el
Poeta Paleto y lo retó a repetirlo en voz alta para que todos lo oyeran.
Así que Miguel, franqueó la puerta y en una de las paredes
lo escribió para que quedara bien visible y a la altura de los ojos que en ese
momento se lo comían con la vista.
AQUÍ HAY MUCHA PUTA, Y MUCHO HIJO DE PUTA
Teresa León se sintió tan molesta y ofendida que acudió
rauda para golpear sobre la cara del poeta con un bofetón que resonó en toda la
sala.
Miguel, cuentan las crónicas, perdió el equilibrio y cayó
sobre el suelo.
Alberti y otros hombres más, lo cogieron y lo echaron a la
calle como a un perro.
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