Cuenta la leyenda de un hombre, que habiendo perdido a un gran amigo en tristes circunstancias, se ve muy afectado, pues un gran lazo de amistad los mantenía fuertemente unidos.
Así que decide arropar su cuerpo con la pena y el recuerdo de
su amigo a través del rostro del fallecido que ha querido grabar en una
camiseta y dirigirse sin rumbo fijo ni destino a realizar el Camino de
Santiago.
Así empieza el testimonio real:
Acompañado de una alemana iniciamos la ruta en Saint Jean au
Pied du Port, un pueblo francés y nos dirigimos hacia los Pirineos.
Durante la caminata, pasamos junto a dos chicas que luego descubrimos
que eran brasileñas.
Después del respectivo saludo, seguimos caminando a solas
hasta perdernos.
Damos una vuelta y volvemos otra vez a iniciar, seguimos
andando y nos topamos con ellas una segunda vez dejándolas atrás. Descansamos
un rato y al poco pasan ellas junto a nosotros.
Me desvinculo de la alemana y caminando por unas rampas muy
duras y con una llovizna que empezaba a caer, las paso a las dos una tercera
vez.
Llego al refugio y me encuentro con que hay varias
habitaciones y quiere la casualidad que me toque en la misma habitación en
donde me espera la compañía de la alemana del principio y las otras dos chicas
brasileñas.
Nos juntamos a platicar y observo que una de las 2
brasileñas sólo sabe hablar su lengua natural y la otra chapurrea el inglés, lo
justo para poder mantener una conversación sencilla, sin pretensiones.
Me percato entonces, que la chica con la que mantengo la
conversación lleva puesta una camiseta en donde se ve reflejado un rostro y le
interrogo por él.
Me responde que se trata de un familiar al que se sentía muy
unida. Un tío suyo.
Me siento obligado por las circunstancias a enseñarle yo a
ella la camiseta que llevo impresa con el rostro de mi amigo y que oculto
debajo de la sudadera.
Esto provoca una reacción en la chica con la que no podía
comunicarme que se dirige a su amiga y le dice algo en un idioma que no
conozco.
Claro, yo intrigado por la conversación que empiezan a mantener,
le pregunto a la que habla inglés y me responde que su amiga le está indicando
que conoce a mi amigo, que le suena su cara.
En un principio me quedo un poco sorprendido por la posible
casualidad de que conozca a mi amigo fallecido pero en seguida pienso que no
puede ser, que seguramente será que habrá visto durante todo su viaje a alguien
con rasgos parecidos.
No le damos más importancia al asunto, pero la chica se
queda pensativa como diciendo, ¿dónde he visto yo a este tío?
Sigo hablando con la otra y al poco rato nos interrumpe la
que estaba pensando para decirle a su amiga que me transmita que a ese chico lo
ha visto antes caminado conmigo.
Le digo que seguramente nos ha confundido con otros chicos.
Y me dicen que no, que hace nada, mi amigo se encontraba en la cama de al lado tumbado.
Llega a decirme en un tono menos informal que está segura
que era él. Que ese chico iba caminado conmigo y que además lo ha visto
acostado en esta cama.
Miro la cama y observo una serie de objetos que pertenecen a
alguien que todavía no conozco.
Entonces pienso para mis adentros que la clave de todo está
en el sujeto dueño de esos objetos que seguramente será un chico joven con
rasgos similares a los de mi amigo.
Y a esto que entra un hombre mayor que en nada se parece a
mi amigo y se dirige hacia sus cosas que permanecen en la cama que acabamos de
mirar.
(Esto provocó que los 3 nos quedásemos mirando como tontos.
Con una sensación de vació y de que algo raro estaba sucediendo).
La chica sorprendida me asegura al cien por cien que ese
chico iba caminado conmigo y está segura porque ha recordado que la tercera
vez que he pasado junto a ellas en el camino, mi amigo, se ha dado la vuelta,
la ha mirado y la ha sonreído sin dejar de caminar.
Y después de decirme esto, se pone a llorar.
La chica era veterinaria, no era ni mística, ni adivina ni
ninguna de ese tipo de personas que se hacen llamar a sí mismas como
sensitivas.
Así que esta primera experiencia me dejó marcado para el
resto del camino que me tenía reservadas algunas sorpresas más.
Tiempo después, sigo con mi ruta hacia Santiago, esta vez
con la camiseta de mi amigo visible y conozco casualmente a otra mujer que me
mira de una manera extraña, como si me conociera.
Empezamos a charlar y me pregunta por la foto y a media
conversación me interroga sobre la fecha de la muerte de mi amigo.
Le respondo que el 13 de diciembre del 2007. Se queda pálida
y haciendo un esfuerzo para vencer algo que mis ojos no pueden observar, pero
que casi se puede palpar por la tensión que se produce en mi cerebro como una
llamada de alerta, me dice que ese mismo día de ese mismo año había muerto su
sobrino.
Ya tenemos 2 extrañas casualidades.
La historia continúa tiempo después, pasando la Cruz de Hierro, en León, sigo
caminado y conozco a dos barcelonesas.
Nos ponemos a charlar y una de ellas que me mira también de
manera extraña me pregunta sobre la fecha de nacimiento, se lo digo y ella me
dice el suyo y fíjate tú que casualidad que era la misma fecha exacta de cuando
había nacido mi amigo.
Pero no, todavía queda lo más curioso y es que estuve
hablando con Tomás de Manjarín un tío que dice que es el último templario, un
tipo muy curioso que sabe mucho de historia y que fue tan amable de invitarnos
a comer.
Yo noté una cosa rara y es que no se dirigió directamente a mí
en ningún momento. Sólo hablaba con las catalanas.
Este supuesto templario, sigue contando anécdotas y una de
ellas me llama la atención, pues se trata de la historia de una mujer que
conduciendo, pierde el control del coche cambiando de carril, viene otro coche
de frente y que al esquivarlo acaba perdiendo la vida en una gasolinera.
Me quedo estupefacto y de repente se dirige a mí por primera
vez en toda la conversación y me pregunta: ¿Cómo murió tu amigo?
Y le digo:
-
Así como lo acabas de describir.
Y el tío sonriendo me dice:
-
Tu amigo está bien, no te preocupes. Hazle caso a las
señales.
Y eso fue la experiencia traumática pero a la vez liberadora
que me pasó en mi viaje hacia Compostela.
De momento, lo estoy plasmando en un libro que estoy escribiendo
junto con otras anécdotas curiosas que me pasaron durante mi viaje y que pronto
publicaré y que te invito a conocer.
Poco después, el chico que me contó este testimonio, se bajó
de nuestro coche y dándonos las gracias por haberlo acercado a su casa en
Rafal, se despidió de nosotros asegurándome que mantendríamos el contacto.
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