Yo he trabajado gran parte de mi vida en una notaría de Orihuela.
Recuerdo que faltando escasos días para que me llegase la
jubilación vino a visitarme una de tantas clientas a las que había atendido
durante años.
Estuvimos un rato con cosas del trabajo y cuando terminamos,
María me preguntó que si era cierto eso de que me jubilaba.
Por supuesto que la respondí con un sí y después de desearme
lo mejor estuve explicándole que no se preocupara que iba a quedar en buenas
manos y que todo el papeleo que hasta ahora le había llevado yo pasaría a manos
de otro que había sido elegido por mi con mucho interés y mucho tacto.
Seguimos platicando y fue entonces cuando me confesó un
secreto que yo ignoraba y era que la pobre señora estaba bajo un tratamiento
por causa del cáncer.
Lo más delicadamente posible le di mi cariño y comprensión y
más tarde se despidió y se marchó encantada con todo lo que habíamos tratado
sobre sus papeles y mi asesoramiento.
Pasados 3 meses más o menos, ya jubilado me encontraba en
casa.
Una noche, recuerdo claramente que eran las 4 de la
madrugada, pues yo suelo escribir cualquier cosa fuera de lo común que me pase,
tanto los sueños como las situaciones curiosas.
Pues bien, me desperté a eso de las 4 de la madrugada
sintiendo una presencia a mi lado tan fuerte que de mis labios salió un nombre
llamando a la persona que yo creía que me acompañaba.
-
María, María.
No me preguntes por qué, pero yo sabía que María estaba allí
aunque no era capaz de verla.
Apunté en un papel lo que me había parecido sentir y ya más
calmado conseguí conciliar el sueño y me quedé profundamente dormido.
A la mañana siguiente, caminaba por mi casa con las
zapatillas puestas cuando a las nueve de la mañana me sonó el teléfono.
Lo cogí y me encontré hablando con un conocido que me puso al corriente de que la noche antes, una de mis antiguas clientas, María,
había fallecido.
Le interrogué sobre la causa aunque ya lo tenía más o menos
claro y le pregunté sobre la hora del fallecimiento.
Mi cuerpo sufrió un espasmo cuando escuché la hora en la que
se produjo exactamente la muerte de mi ex-clienta.
Fue a las 4 de la madrugada, justo a la misma hora en la que
yo me había despertado sintiendo su presencia en mi habitación.
Yo no soy muy dado a creer en estas cosas, ni fantasmas, ni
ovnis, ni paranoias de esas.
Pero lo que me ocurrió aquella noche me resulta un tanto
inquietante y muy curioso.
De cientos de clientas a las que yo había atendido a lo
largo de mi carrera profesional, fue sólo la presencia de aquella la que sentí,
tanto, que llegué hasta el punto de llamarla por su nombre un par de veces.
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