Todos los días suceden cosas muy curiosas que están
impregnadas de un halo de misterio.
Este es un testimonio de una persona que conozco bastante y
que no es dada a fantasear ni a divulgar hechos que ella misma dice le da miedo
hacer públicos porque teme que la tachen de loca.
El caso es que la historia no tiene desperdicio y tal y como
me la contó se la cuento yo para que
juzguen por ustedes mismos.
Antes vivíamos en el Rabaloche. Nuestra casa se encontraba cerca de lo que es hoy una pequeña comisaría.
Mi marido y yo tenemos dos hijas pero lo que sucedió ocurrió
con la primera de ellas cuando era muy pequeña e inocente.
Hacía muy poco tiempo que habíamos perdido a mi padre y estábamos
con los trámites de la herencia.
Un día, dejamos a mi hija en casa y nos fuimos a hablar con
el abogado para arreglar unos problemillas que habían surgido con el
Testamento.
Estuvimos bastante rato fuera y después de algunas horas de
papeleos y discusiones con otros familiares nos retiramos por fin a casa.
Al llegar, nada más entrar, mi hija se acercó y nos dijo:
-
¡Mamá, mamá! ¡Ha venido el abuelito y me ha dicho que
os dijera que todos los problemas que hay con la herencia se van a arreglar!
Mi marido y yo nos quedamos mudos y todo el cansancio
desapareció de golpe.
Mi hija no había mentido nunca y no entiendo como podía
haber sido capaz de contar una cosa así si no fue por que ocurrió de verdad.
Si ella dice que mi padre estuvo con ella aún habiendo asistido
nosotros a su entierro unos días antes, yo la creo. Mi cría no tiene malicia. O
por lo menos no la tenía cuando era una niña.
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