Que Orihuela es cuna de Sectas Indefinibles ya es un hecho
constatado que he puesto de relieve en este Blog en alguna de las publicaciones
anteriores.
Un ejemplo claro lo tenemos en este relato que me ha contado
hoy un sacristán del que no voy a dar el nombre ni tampoco la Iglesia a la que
pertenece.
Me cuenta el hombre que hace tan sólo unas semanas se
encontraban todos en la
Iglesia a la hora de dar la comunión.
La gente se acercaba guardando su turno en la larga cola que
se alejaba hasta el sacerdote.
En una de las filas había una mujer de aproximadamente 54
años.
Cuando llegó su turno, colocó la mano en posición horizontal
para que el sacerdote le pusiera la
sagrada forma encima.
La mujer se dio la vuelta y se marchó con toda normalidad
con la ostia en su mano.
Pero uno de los sacristanes que acompañaban al sacerdote notó
algo raro y la siguió con la vista.
No observó ningún gesto que hiciera interpretar que la mujer
se llevaba a la boca la forma sagrada.
Uno de los que se habían dado cuenta del acto fue tras ella
y le pidió a la mujer que se detuviera justo antes de que saliera por la
puerta.
La mujer sujetaba algo con su mano.
El hombre la increpó para que o bien se comiera el cuerpo de
cristo o bien que se la devolviera y la amenazó con avisar al sacerdote.
La mujer se negó a comérsela y tras unos instantes de gran
tensión se la dio al hombre para que se la devolviera al cura y se marchó por
la puerta como si no hubiera sucedido nada.
Hechos de esta índole deben de ocurrir con bastante
frecuencia y aunque no sea una prueba de
la existencia de las sectas que he mencionado sí demuestra que hay muy poco
respeto por las costumbres eclesiásticas.
¿Qué querría la mujer de la forma sagrada?
¿Sacarla de la
Iglesia con qué fin?
Todos sabemos que las sectas satánicas celebran misas negras
en donde precisan de formas sagradas para mancillarlas.
Este hecho me recuerda otro que me contaron cuando yo era un
niño y que recuerdo de la siguiente forma:
Era un día de recolección de frutas en el campo.
El capataz se paseaba por la finca echando un vistazo a la
cosecha para cerrar el trato con el propietario, dar su aprobación y que
vinieran pronto las cuadrillas a recoger los frutos maduros que colgaban de los
árboles.
A esto que al pasar por uno de los huertos de Hurchillo oyeron
a lo lejos como unas voces humanas recitaban algo en lengua desconocida.
Los dos hombres se sintieron sorprendidos y mordidos por la
curiosidad decidieron acercarse al lugar.
Cuando llegaron al espacio que hay entre dos filas de
árboles se toparon con un gentío que en su mayoría lucían ropajes de color negro y recitaban
todos a la vez unos versos muy extraños.
También se percataron de que había gente en cueros.
El Dueño se exaltó tanto que entró en cólera y los echó de
allí.
Los ensotanados, recogieron sus bártulos y abandonaron la
finca.
Nunca supe qué clase de religiosos fueron estos.
Y esto lo escuché de boca del capataz que fue testigo de tal
hecho.
No es mi intención enemistarme con ningún culto religioso.
Cada uno es libre de elegir su propio camino.
Sólo dejo constancia de hechos que a la mayoría de los
oriolanos les parecerán por lo menos curiosos.
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