Tanto la calle de la Acequia como la calle del Río, fueron famosas en
Orihuela por compartir hechos similares que hoy llaman poderosamente la atención.
En ambas calles, habitaron en el siglo XX personas que sufrieron
de una enfermedad conocida como catalepsia.
Desde los albores de la Edad Media , el temor a
ser enterrado vivo obsesionó la conciencia de muchos países europeos.
Antiguamente y todavía en el siglo XVIII no muy lejano, no
se diferenciaba la
muerte verdadera del coma profundo o de los estados
letárgicos provocados por una
multiplicidad de causas generalmente accidentales (síncope,
desmayo, apoplejía,
afectos soporosos, alferecía, catalepsia, insulto convulsivo
o histérico, éxtasis morbo-
so, vehemente pasión de ánimo como pavor, fuerte ira,
pesadumbre o excesiva delec-
tación venérea). Si, como en varios países y en España entre
ellos, se practicaba la
inhumación en un plazo breve, existía el peligro de ser
enterrado vivo. Y efectiva-
mente, ocurría con bastante frecuencia aquella horrible
desgracia. Unos de estos
«muertos vivos» golpeaban con desesperación las paredes del
ataúd antes de sucumbir por falta de aire. Otros tenían a veces la suerte
inaudita de que alguien oyese sus
gritos y su vuelta a la vida se consideraba como auténtico
milagro. El temor de ser
enterrados vivos era tan fuerte que en Inglaterra ciertas
personas exigían llevar atado
al dedo un cascabel o una campanita para eventualmente
manifestarse desde su fére-
tro. En Alemania, era costumbre destapar en el cementerio el
ataúd antes de proceder
a la sepultura.
Resultaría imposible hacer el recuento de aquellos
desgraciados condenados a la
podredumbre que lograron in extremis salvar su vida, o que
durante la autopsia que
se les hizo, reaccionaron al primer corte de bisturí.
Así no es de extrañar que tanto Manolico “El Marullo” de la
calle la Acequia
como Mercedes la Trapera
de la calle del Río fueran dados por muertos y preparados sus entierros.
Cuando ya estaban los cuerpos amortajados, abrieron los ojos recobrando la vitalidad y dieron un susto de muerte a los visitantes que se habían acercado a dar el pésame
a las respectivas familias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario