Eran las 9:30 de la noche del 15 de noviembre de 1892.
Los vecinos del Rabaloche se quedaron
asustados pues presenciaron la aparición de un grupo de hombres
armados hasta los dientes.
La mayoría sujetaban con firmeza
grandes escopetas.
Se pudieran contar hasta doce personas.
Los vecinos se asustaron tanto que
entraron en sus casas y cerraron las puertas y ventanas por si acaso.
La comitiva llevaba un rumbo fijo, se
dirigían al centro de la ciudad.
Alguno de los vecinos que había
reconocido el rostro de alguno de aquellos hombres peligrosos, se
animó a seguirlos para ver que sucedía.
Se detuvieron a las puertas de la
cárcel.
¿Qué había sucedido?
Todo comenzó en el barrio de Bonanza.
Allí , en una Venta conocida con el nombre de “La Basilisa”
habían entrado cinco sujetos desconocidos que parecía provenían de
la región de Murcia.
Se tomaron unas copas y cuando sus
cuerpos y gaznates ya estaban saciados, pagaron al posadero.
En ese momento, se encontraba
atendiendo la Venta el hijo de la dueña que de manera descarada pero
no descortés rechazó la moneda por considerarla falsa.
El pagador, mostró fingida
indignación, sacó su arma y le disparó cinco tiros a quemarropa al
ventero.
Demos gracias a Dios por que ninguna de
las heridas fue de gravedad.
Sin casi tiempo para reaccionar, entró
por la puerta el pedáneo que inmediatamente puso orden y detuvo a
cuatro de los cinco sospechosos.
El criminal había puesto pies en
polvorosa.
Se presentaron a la orden algunos
vecinos que trajeron consigo sus armas para cuidado de que todo se
respetara y acompañaron a los arrestados y a su captor.
La Guardia Municipal que presa servicio
en el Rabaloche consiguió atrapar al quinto personaje que fue puesto
a disposición judicial.
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