Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

jueves, 23 de noviembre de 2023

El Misterioso Oficio de los "Acabadores" en la Vega Baja: Entre la Tradición y el Misterio

 

En la apacible región de la Vega Baja, donde los campos extensos y la historia se entrelazan, se encuentra un oficio antiguo que ha dejado una huella misteriosa en la memoria de sus habitantes: el oficio de los Acabadores

Un Encuentro Casual con la Tradición:

En una investigación sobre hechizos y brujería en la Murcia medieval, el  arqueólogo colegiado en el colegio de arqueólogos de Murcia, Santi García Lorca,  rebuscando en los documentos históricos legados por los hisrtoriadores Juan Blázquez y Torres Fontes tropezó con un rastro intrigante: "los Acabadores". Este grupo, que se remonta al menos al siglo XVI en el Reino de Murcia, tenía un papel singular en la sociedad, marcando el fin de la vida de aquellos que estaban agonizando.

La Figura del Acabador: Más Allá de la Imagen Errónea:

Contrario a la imagen equivocada que se puede encontrar al buscar "acabador" en la historia, estos no eran ejecutores de muerte, sino individuos protegidos por el Santo Oficio y la Iglesia. Esencialmente, los Acabadores eran personas con dones especiales, vinculados estrechamente tanto con el cielo como con el infierno. (Un acabador debe de demostrar que la gracia de Dios está con él y que además tiene que tener una serie de características las cuales le ayuden en su en su quehacer).

Rituales y Pruebas: El Camino del Acabador:

Un Acabador debía demostrar su conexión divina, teniendo contacto directo con entidades como la Virgen María y Jesucristo. Además, debían conocer a la perfección el cuerpo humano y las artes de la medicina, aunque no fueran médicos en el sentido convencional. Sus rituales implicaban pruebas como encender fuegos rituales, bendecir objetos y recitar oraciones específicas. 

Las oraciones desempeñaban un papel crucial en este proceso. Ejemplos de estas oraciones incluyen expresiones como "Santa Madre del Señor, te devuelvo a este niño, acógelo en tu corazón" y la invocación a los antepasados, seres que los antiguos romanos denominarían dioses hermanos, pidiéndoles que vengan y acojan al alma como uno más.

Mantenían una estrecha vinculación con la iglesia, llegando incluso al punto en que la propia institución eclesiástica ocasionalmente les otorgaba bulas papales. Estas autorizaciones les permitían llevar a cabo acciones letales sin que, al fallecer, sus almas fueran condenadas al infierno, ya que desempeñaban un servicio específico.

Poseían un profundo entendimiento del cuerpo humano. Esta afirmación se fundamenta en el hecho de que, al final, su objetivo era poner fin a la vida de una persona, ya fuera un niño, una niña, un hombre, una mujer, un anciano o una anciana, mediante un golpe certero. Este golpe no podía ser ni doble ni triple, sino único. Además, en la parte más fundamental de la nuca, debían conocer a la perfección el lugar preciso donde infligir el golpe mortal con la maza.


Casos Reales en la Vega Baja: Juana la Macha y Dorotea la Bruja:

En la ciudad de Cartagena, Juana la Macha (1847-1942) se destacó como una Acabadora peculiar, utilizando mezclas de leche y huevos para aliviar el sufrimiento de los enfermos. Por otro lado, Dorotea la Bruja, conocida en Lorca, tuvo un encuentro único con la Inquisición que dejó a todos perplejos.

Juana la Macha

Ella nació en una familia de escasos recursos en una pedanía de Cartagena llamada Molinos Marfagones. Desde joven, se dedicaba a la recuperación y venta de gallinas y huevos en las casas locales. El apelativo "La Macha" le fue otorgado cuando, siendo aún muy joven, se enfrentó a un toro que se había escapado de un redil y se dirigía hacia el pueblo. Enfrentándose valientemente al toro, logró aturdirlo, proporcionando tiempo para que los adultos pudieran capturarlo.

A partir de ese momento, esta mujer fue conocida como Juana "La Macha". Nació en un Jueves Santo, un detalle característico de los acabadores. Tenía lunares dispuestos en forma de cruz y una llaga en el paladar, también en forma de cruz.

Prestaba sus servicios a La Casa de Misericordia en la ciudad de Cartagena a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. En ese período, la ciudad estaba plagada de enfermedades como la tuberculosis, la malaria y el cólera. Incluso, se enfrentaron a la devastación de la gripe española en 1920. Durante esos momentos difíciles, muchos niños y personas en la Casa de Misericordia se encontraban en estado crítico, llegando al punto de agonizar.

En ese contexto, ella aprovechaba su comercio de huevos para llevar un alivio a través de una práctica singular. Preparaba una mezcla especial en grandes ollas, combinando litros y litros de leche con una docena de huevos para cada niño enfermo. Este brebaje, que se administraba varias veces al día, proporcionaba una fuente de nutrición crucial.

Cuando un niño entraba en la fase terminal, ella se presentaba en su habitación. Rezaba a la Virgen María, colocaba una bolsa de tierra en los pies del niño y permanecía a su lado hasta que fallecía. La ingesta de este batido generaba aumentos significativos en los niveles de glucosa en sangre, lo que, paradójicamente, resultaba fatal para aquellos con antecedentes diabéticos. En los casos de aquellos sin esta condición, la mezcla provocaba enfermedades renales y pancreáticas asombrosas, llevando finalmente al fallecimiento.

Antes de partir, ofrecía a los niños moribundos un último sorbo de esta bebida caliente para calmarlos y facilitar un sueño tranquilo, permitiéndoles dejar este mundo sin apenas dolor.

En el Valle de Valentín, en dirección a la zona de Lorca. La imagen que les presento es la de Dorotea, conocida como "la bruja", una figura destacada en la ciudad de Lorca. En calidad de acabadora, recibió el encargo de asistir a una persona que residía en Almería. Dorotea se trasladó a Almería y, aparte de su labor como acabadora, se dedicaba a la venta de verduras.

Sin embargo, el Santo Oficio de Almería la acusó de brujería, resultando en su encarcelamiento. Si mal no recuerdo, la retuvieron en las proximidades de las instalaciones en Cabo de Gata. Cuando iban a aprehenderla para llevar a cabo su auto de fe, su cuerpo desapareció misteriosamente. Nadie volvió a tener noticias de él. Lo intrigante es que, días o semanas más tarde, Dorotea apareció en la residencia del corregidor de Lorca.

Cabe destacar que, sorprendentemente, no había sufrido ninguna transformación ni alteración. La Inquisición de Lorca, o el Santo Juicio de Lorca, había enviado un equipo, por así decirlo, para rescatar a Dorotea la bruja, ya que ella trabajaba para el Santo Oficio del Reino de Murcia.


La Perpetuación de un Oficio Único:

Aunque la tradición de los Acabadores parece cosa del pasado, algunos informes sugieren su presencia hasta tiempos recientes. En la Vega Baja, entre los años 40 y 90, las dificultades de acceso a la medicina llevaron a que familias solicitaran la intervención de un Acabador como último recurso.

El Debate Contemporáneo: ¿Eutanasia o Justicia Divina?

Aunque algunos podrían ver a los Acabadores como practicantes de eutanasia, es crucial entender que su acción no se llevaba a cabo por solicitud del enfermo, sino más bien por un deseo de la familia de aliviar el sufrimiento. El Acabador solo intervenía como último recurso, después de agotar todas las opciones de curación.

Imaginemos la situación en la que un ser, ya sea un perro o un lobo, muerde a alguien y le transmite la rabia. En este caso, similar al ejemplo que les he compartido previamente sobre la familia y el niño que regresa a casa o es localizado, se presentan dos opciones. Una de ellas consiste en permitir que la naturaleza siga su curso, esperando que la víctima fallezca a causa de la rabia, dado que en el siglo XIX no existía cura para esta enfermedad. Esto implicaba enfrentar los gritos insoportables de la criatura, observar la espuma en la boca, entre otros síntomas.

La otra alternativa era llamar a un acabador, siempre y cuando tuvieran la fortuna de contar con uno en su ciudad o territorio, o de que el acabador estuviese cerca en ese momento. En caso contrario, la familia debía esperar semanas, incluso meses o años, hasta que uno de estos especialistas pasara por su localidad para solicitar sus servicios.

Primero, para acceder a esta práctica, debe ser considerada como la última opción. Antes de llegar a este punto, se debe haber intentado curar a la criatura o persona hasta agotar todas las posibilidades.

Segundo, el acabador debe demostrar que cuenta con la gracia divina. Una prueba común consistía en apagar un fuego hecho con ciprés de un solo golpe. Este rito era esencial, y si no se completaba, no se podía continuar con el proceso; era necesario esperar otro momento o día propicio. Cuando el acabador bebía agua y el fuego no se apagaba al escupir, indicaba que Dios o la Virgen María no deseaban que el alma emprendiera el viaje hacia el otro lado.

Una vez superadas estas pruebas y certificada la gracia divina, se obtenía, por así decirlo, la "bula papal" que permitía al acabador realizar la tarea de "Acabación". 

Para invocar a un acabador, se debían cumplir ciertos criterios, como la agonía de la persona, una enfermedad incurable (lo que hoy llamaríamos eutanasia, aunque los acabadores no la practicaban), un accidente mortal e incurable, o la posibilidad de estar en contacto con el más allá, entre el cielo y el infierno. En este último caso, se presumía que debían llamar a las almas de los difuntos de esa generación o familia.

El hábito que llevaban, como el vestido enlutado que se menciona, era original y formaba parte de la tradición. 

El rito de la Acabación no se transmitía de padres a hijos, al menos según la práctica en la región de Murcia. Un acabador formaba a otro.

Cuando los acabadores accedían a la casa, solicitaban dos habitaciones: una para colocar sus utensilios y otra donde yacía la persona agonizante. La petición de una habitación para sus utensilios indicaba que operaban de incógnito, ya que el acabador se mantenía desconocido y cubría su rostro todo el tiempo. La única persona que veía su rostro era la que se encontraba al borde de la muerte.

Mientras preparaba sus utensilios en una habitación, que luego bendeciría uno por uno, la familia del enfermo eliminaba cualquier rastro de ropa y dejaba solo una sábana a modo de mortaja. Retiraban todos los objetos metálicos y de hierro de la habitación, considerando la creencia local de que el hierro ahuyentaba a los malos espíritus.

En los siglos XVI, XVII y XVIII, se colocaba un ladrillo en lugar de una bolsa de tierra en los pies de la persona agonizante. Este gesto tenía raíces tradicionales, ya que en esta zona se creía que el hierro alejaba a los malos espíritus, y colocar un ladrillo se interpretaría como un sustituto. Una vez hecho esto, se notificaba al acabador, quien rezaba en otra habitación para protegerse antes de entrar en la sala donde ocurriría la muerte.

Cuando llegaba el momento, el acabador obligaba a la familia a abandonar la casa y se encerraba con la persona agonizante. Si era un sanador, intentaba curar a la persona; de lo contrario, preparaba una bebida con centeno, belladona, mandrágora o cicuta, nunca en dosis mortales, solo para adormecer al moribundo.

Luego, realizaba dos oraciones: una para los familiares y otra para la Virgen María, quien acogería el alma a punto de partir. Después, purificaba la habitación con incienso y aceite de romero, ofrecía la bebida al moribundo, esperaba a que hiciera efecto y, con un golpe certero, acababa con su vida. Colocaba nuevamente el ladrillo en los pies para anclar el cuerpo a la tierra, facilitando el tránsito del alma.

La acabadora o acabador salía de la habitación, informaba a la familia que la persona ya no sufría y había partido. En la región de Murcia, la práctica implicaba el uso de una masa, y en el Levante, se compartían incluso un par de oraciones.


En la región del Arco Mediterráneo, donde se han identificado la mayoría de los acabadores, se conoce la práctica de utilizar un martillo. Por otro lado, en la zona de Galicia, los acabadores preferían emplear un trabuco o una escopeta en lugar de ese instrumento. La familia reconocía que el trabajo había concluido cuando, desde fuera de la casa, resonaba el disparo, seguido de un repentino y absoluto silencio.


Conclusión: Un Oficio Entre la Luz y la Sombra:

Los Acabadores de la Vega Baja han dejado un legado intrigante, revelando una conexión única entre lo divino y lo terrenal. Aunque suene a relato de otra época, la historia de estos personajes sigue resonando en los recuerdos de aquellos que han compartido su espacio con estas figuras misteriosas.



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Fuente: Conferencia "Los Acabadores de Murcia: Guardianes de una Tradición Misteriosa" del arqueólogo Santi García Lorca

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