Corría el año 1885 cuando una epidemia de difteria se llevó por delante la vida de muchos de los infantes oriolanos que jamás volverían a correr por sus calles y a llenar de satisfacción al resto de vecinos con sus risas alegres y sus juegos.
El año siguiente, diez oriolanos enfermaron de Cólera.
Poco después, el sarampión hizo también sus estragos.
Algunos de los canes cogieron la rabia siendo uno de ellos el causante de que un ciudadano de Orihuela perdiera la vida sin socorro y con el temor del resto a ser contagiados.
El año siguiente, diez oriolanos enfermaron de Cólera.
Poco después, el sarampión hizo también sus estragos.
Algunos de los canes cogieron la rabia siendo uno de ellos el causante de que un ciudadano de Orihuela perdiera la vida sin socorro y con el temor del resto a ser contagiados.
El pánico se extendió por toda la ciudad aquel año de 1886.
Ante aquellas condiciones el alcalde se armó de valor y esgrimiendo razones sanitarias prohibió la visita al cementerio el Día de Todos los Santos.
Ante aquellas condiciones el alcalde se armó de valor y esgrimiendo razones sanitarias prohibió la visita al cementerio el Día de Todos los Santos.
FUENTE: Revista EL SALT nº 11 Ene/Mar 2007
Artículo de D. Antonio Luis Galiano
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