Aún siendo muy severo el gran rey Felipe II, tenía tiempo de
visitar a los necesitados de su reino y repartir entre ellos la limosna que
necesitaban,
Por supuesto de incógnito para que sus súbditos no supieran
de sus debilidades, se hacía disfrazar de pobre vagabundo que compartía lo poco
que tenía con los demás para no levantar sospechas.
Quiso el azar que un día acudiera a pasar por delante de una
casa en la que habitaban un matrimonio y sus tres hijos. Siendo el más pequeño
de dos meses y que aún no estaba bautizado.
El rey les interrogó sobre el nombre del niño y estos le
contestaron que no lo tenía porque aún no se había posado sobre él la mano de
Dios.
El monarca sorprendido les preguntó por el motivo.
Y ellos le dijeron que todo era por que el cura del pueblo
se había negado a bautizarle. Ya que ellos eran tan pobres que no disponían de ningún bien
con el que poder satisfacer las ansias de riqueza de aquel malévolo cura. Y añadieron
que el niño tampoco disponía de padrinos por que los que les rodeaban eran tan
pobres que tampoco podían permitírselo.
Entonces el rey les dio dinero para poder comprar un traje
con el que acristianar al niño y les dijo:
Id mañana a donde el cura que allí hallaréis a vuestros
padrinos.
Fueron al día siguiente a bautizar al niño y se encontraron
con que la promesa del vagabundo se había cumplido pues tuvieron ante sus ojos
a padrino y padrina, que no eran otros que sus majestades disfrazadas.
El cura bautizó al niño y preguntó al padrino cual era su
nombre.
Este le respondió que Felipe.
El cura le volvió a preguntar.
¿Y el apellido?
-
Me dicen que “Felipe II”.
Entonces el cura se atrevió a mirar al hombre de frente y lo
reconoció.
Acto seguido se deplomó sobre el suelo porque adivinó lo que
debía de pasarle ya que conocía de la severidad del rey.
ANTONIA GÓMEZ ANDREU
1979
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