Este es el curioso y fascinante testimonio de uno de los trabajadores que estuvieron contratados en el Museo de
Lo que voy a contarte creo recordar que fue por el
2003/2004.
Allí trabajó un hombre muy conocido durante años hasta que
durante la celebración precisamente de la Semana Santa , un Miércoles Santo, el hombre falleció si no recuerdo mal en el propio museo.
Yo entré a trabajar por aquel entonces para intentar con mi buen
hacer y siempre de forma simpátíca poner un granito de arena en ayudar a que el
turismo de Orihuela fuese a mejor. Ya que soy de las personas que pienso que
siempre es mejor tratar con una sonrisa a un forastero que con malos modos.
Los problemas hay que dejarlos en casa y cuando uno trabaja
por su pueblo lo mejor es hacer tu trabajo tan bien como puedas sin que te
afecten tus asuntos personales.
Perdona, me estaba yendo por las ramas.
El caso es que yo llevaba ya unos días trabajando en el
Museo de la Semana Santa
de Orihuela.
Por aquel entonces había un problema y era que desde la
puerta, en donde se desactivaba la alarma, hasta el punto en donde estaban los
interruptores de la luz, había un gran trecho que tenías que recorrer
totalmente a oscuras aunque fuese de día.
Pero no pasaba nada si ya te conocías el camino, como me
ocurría a mí.
Si embargo, aquel día parecía más oscuro de lo habitual. Era
un día muy fresco pues mi cuerpo no paraba de tiritar.
El ambiente era tan helado que sentí un temor pasajero.
Cuando me dirigía a oscuras hacia los interruptores, como
persona Católica que soy, pedí para mis adentros al Señor que por favor me
guiara sin ningún contratiempo.
Lo curioso vino a continuación, ya que de repente una
especie de luz circular emergió delante de mi iluminando lo suficiente la sala.
Inmediatamente pensé que podía tratarse de algún rayo de sol
que se estaría filtrando por alguna de las ventanas.
Pero era muy extraño pues lo que yo vi emerger del suelo
tenía una forma tridimensional, completamente redondo y recordándome a una
corona como la que aparece en algunas películas sobre las cabezas de los reyes pero hecha completamente de luz.
Finalmente llegué hasta los interruptores y los pulsé para
que la luz artificial invadiera completamente la sala.
Al encenderse las luces, automáticamente, la corona de luz
misteriosa que había guiado mis pasos unos minutos antes despareció tal y como había
llegado.
Aquel día recuerdo que lo estuve hablando con mi pareja y
decidimos olvidar el asunto dando por hecho que no había sido más que un rayo
de luz proveniente del sol.
Pero ahora que me lo has hecho recordar ya no tengo la
seguridad.
Ya te digo, lo que yo vi, tenía volumen, no era una simple
mancha de luz solar en el suelo. Sino más bien como una corona dorada que
emergía del suelo y despedía pequeños brillos como si estuviera adornado por
algún tipo de joya que hacía vibrar la luz.
Por un instante fue precioso.
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