Hoy es día ideal para que les cuente el relato que un
ciudadano de Orihuela me acaba de contar.
Un hecho tan hermoso y cándido que les aseguro les hará
sentir un escalofrío cargado de ternura.
Es la historia de un infante de Bigastro que acompaña a sus familiares a
una finca de Rebate para recoger olivas que estaban poniéndose
hermosas.
Los padres dejan a cargo de una sobrina la custodia del niño de 2 años y medio.
Los padres dejan a cargo de una sobrina la custodia del niño de 2 años y medio.
Ya por la tarde, siguen con la recogida mientras el niño apartado en un rincón
juega con su imaginación entre piedras y ramitas que recoge del suelo.
Pronto, una lluvia atronadora los hace que desistan de
seguir con sus labores y uno a uno se van retirando del campo para resguardarse
en lugar seguro para no sufrir la chanza de verse mojados hasta los huesos.
Pero algo no está como debiera. La madre se da cuenta
entonces de que su hijo no está con ellos y empieza a llamarlo a gritos por todas
partes aún calándose viva.
El día se transforma en una búsqueda incansable en la que
todos los que allí se encontraban reunidos participan para ver si dan con el paradero
del niño.
Lo buscan durante horas y horas y nada. El niño se ha
perdido.
Buscan ayuda en San Miguel, acuden a la Guardaia Civil de Jacarilla en donde les preguntan si el niño está rollizo, por si algún desalmado quiere hacer negocio con su cuerpecito.
Buscan ayuda en San Miguel, acuden a la Guardaia Civil de Jacarilla en donde les preguntan si el niño está rollizo, por si algún desalmado quiere hacer negocio con su cuerpecito.
El día se va acabando y al llegar la oscuridad de la noche
todos se sienten cansados y desesperados.
La madre no ha cesado de llorar por su niño.
-
¿Dónde está mi hijo?
Se aferra a estas palabras como si no hubiese nada más
importante en su vida. Siente el vacío de la pérdida. Sus ojos llenos de ojeras
y enrojecidos por el llanto ya no tienen el brillo que solían tener apenas unas
horas antes.
Los buscadores han recorrido el campo de punta a punta
cientos de veces y el niño no ha aparecido.
Incluso con luz artificial sigue la incansable búsqueda sin
dar ningún resultado.
Deciden parar para descansar y seguir al día siguiente con
los primeros rayos de luz.
Por supuesto que la madre se niega entre llantos
desconsolados.
Pero entre todos la acurrucan y con promesas que nadie sabe
si se cumplirán consiguen llevársela para que descanse.
Al día siguiente entre las 10 y media y las once se descubre un montículo, una maraña llamada por los lugareños como "un chaparro", por los huecos se ve lucir la capica azul que el niño llevaba puesta y al acercarse aquellos que lo buscan encuentran en su interior al infante perdido en buen estado
y sin sentimiento alguno de culpa o miedo.
La noticia vuela por toda la comarca y el niño es llevado
ante su madre ante sus ojos bañados en lágrimas por la alegría que aflora de su
corazón.
Madre e hijo se abrazan durante un tiempo que nadie se
atreve a interrumpir.
A ellos se suman el resto de familiares.
No dan crédito a esta desagradable aventura que parece que
Dios haya puesto en su camino como prueba de amor infinito.
Y es entonces en casa cuando el niño se da cuenta de una
pequeña estampa con la imagen de la
Virgen de la
Fuensanta que hay encima en la pared y señalándola les dice a
todos los que asisten atónitos a la escena:
- ¡Agua! - Como queriendo indicarles que esa figura que aparece en la imagen es la que lo ha cuidado y protegido dándole agua y alimento.
A partir de aquel día todos elogiaron el milagro llevando
al niño a la Fuensanta
en donde celebraron misas y actos de reconocimiento.
Y lo mejor de todo, es que este hecho le ocurrió a alguien que todos seguramente conocemos y que podemos preguntar cualquier día cuando nos lo tropecemos por las calles de Orihuela.
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