Cómo hemos ido a parar de tener uno de los castillos más bellos y esplendorosos de
Una fortaleza que se batía con los cielos y que ofrecía una visibilidad
estratégica absoluta desde donde estaba erigido.
Un lugar que podría considerase como de culto para los
aficionados a la parapsicología y a la obtención de grabaciones siniestras al haber
sido testigo mudo de cientos de batallas, sangre, vísceras, lamentos, miembros
amputados y episodios de terror como el que
ahora les voy a relatar.
Durante la
Guerra de Sucesión en la que Orihuela era en principio
partidaria de Felipe V pero luego de Carlos III por el apoyo del Marqués de
Rafal , después del saqueo del cardenal Belluga, concretamente el 28 de mayo de
1707 a
las 8 y media de la noche un siniestro rayo cayó en el lugar en donde antaño
se retenía y torturaba a los prisioneros, la mazmorra, pero que en esos tiempos
albergaba unos cuantos barriles de pólvora destinados para la posible defensa de la ciudad.
La explosión fue espectacular y parte de la fortaleza voló por
los aires.
Murieron en el acto 90 soldados y 3 capitanes.caballeros del regimiento de la Villa de Madrid.
Estos eran el capitán comandante Antonio Sayago y los capitanes Joseph Monreal y Baltasar de Ávila.
De los 90 hombres del regimiento de Madrid que estaba de guarnición sólo se encontraron 20 cuerpos completos a los que se les dio sepultura en los vasos de la Cofradía del Santísimo Sacramento en la capilla de Loreto.
El Cabildo ante la fatalidad y en consideración con aquellos que habían perdido la vida en este infortunio, en particular con los capitanes, acordó que se cantase un nocturno de difuntos, clamoreando las campanas y trayendo el Ilustre Cabildo los cadáveres a la Catedral donde se haría un funeral con asistencia del Obispo de Orihuela y la Ciudad, parroquias y comunidades religiosas. Los fallecidos se enterrarían en los sepulcros de los Orumbellas, Mirones y Soleres, familias nobiliarias de Orihuela .
Por su parte los fragmentos que se hallaron de los 70 soldados restantes se enterraron en el mismo castillo en un foso que se dispuso el cual fue bendecido por don Salvador Alfosea presbítero diaconil de la catedral por orden del Obispo José de la Torre y Orumbella.
Estos eran el capitán comandante Antonio Sayago y los capitanes Joseph Monreal y Baltasar de Ávila.
De los 90 hombres del regimiento de Madrid que estaba de guarnición sólo se encontraron 20 cuerpos completos a los que se les dio sepultura en los vasos de la Cofradía del Santísimo Sacramento en la capilla de Loreto.
El Cabildo ante la fatalidad y en consideración con aquellos que habían perdido la vida en este infortunio, en particular con los capitanes, acordó que se cantase un nocturno de difuntos, clamoreando las campanas y trayendo el Ilustre Cabildo los cadáveres a la Catedral donde se haría un funeral con asistencia del Obispo de Orihuela y la Ciudad, parroquias y comunidades religiosas. Los fallecidos se enterrarían en los sepulcros de los Orumbellas, Mirones y Soleres, familias nobiliarias de Orihuela .
Por su parte los fragmentos que se hallaron de los 70 soldados restantes se enterraron en el mismo castillo en un foso que se dispuso el cual fue bendecido por don Salvador Alfosea presbítero diaconil de la catedral por orden del Obispo José de la Torre y Orumbella.
Estos seres humanos muertos de forma tan violenta vagan en forma de almas en pena por la sierra de Orihuela buscando las partes de su cuerpo que perdieron
en la explosión.
Por eso hay algún testigo que afirma que en las noches que
sube al castillo para despejarse además de escuchar los lamentos de los que
perecieron le ha parecido ver reptar por entre los matojos y las piedras algo
así como arañas gigantes en forma de manos humanas que no pararán de vagar sin rumbo hasta el día
que por suerte o quizás por destino encuentren el resto del cuerpo de donde se
separaron.
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