Basado en un testimonio real que un oriolano contó al viajero inglés y anticlerical Henry D. Inglis en
el año 1830 en uno de sus innumerables paseos por la ciudad.
Un fraile de un convento de Orihuela tras sentirse tentado por los placeres de la
carne subió a la montaña para pedir a Dios que le ayudara a vencer tal
tentación.
Una vez que llegó al lugar, las imágenes sexuales que lo
torturaban volvieron a repetirse y desoyendo la voz de Dios que empezaba a sonar
en su interior pero que era incapaz de escuchar y sintiéndose abrigado por los
cielos que parecía poder alcanzar con los dedos de la mano no vio otra salida
que la de despeñarse
El hombre se dejó caer al vacío y todo habría terminado en
ese momento si la mano de Dios no hubiese intervenido ya que envió a dos de sus
mejores ángeles para que detuvieran la caída del hombre.
Poco más tarde aparecieron en la cima del risco escarpado
desde donde el fraile saltó una cruz de madera. Y otra más abajo que apareció
en el lugar exacto en donde los ángeles lo depositaron para que no sufriera
ningún daño.
Varios años después, el fraile murió de muerte natural y fue enterrado a los pies de la segunda cruz.
Varios años después, el fraile murió de muerte natural y fue enterrado a los pies de la segunda cruz.
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