Desde tiempos inmemoriales, el vasto océano ha ejercido un poderoso atractivo sobre la humanidad, desencadenando una mezcla de asombro y temor. En esta danza eterna entre el hombre y el mar, se han tejido intrincados hilos de ritos y supersticiones que han perdurado a través de las eras. Estas prácticas, impregnadas de mitología y tradición marinera, ofrecen una ventana fascinante a la psique humana y a la compleja relación entre los navegantes y las profundidades desconocidas.
Estos ritos y supersticiones forman un tapiz rico y complejo que se despliega en las aguas saladas del océano. Aunque muchos de ellos puedan parecer anacrónicos en la era moderna, siguen siendo parte integral del folclore marítimo, recordándonos la eterna danza entre el hombre y el mar, entre la ciencia y la superstición, entre la seguridad y el misterio.
Algunos ejemplos:
La elección del nombre para una embarcación reviste gran importancia. Se cree que es propenso a invocar malos presagios optar por nombres como "Huracán", "Rayo" o "Tempestad". A lo largo del tiempo, ciertos nombres han adquirido una reputación desfavorable, como es el caso de los nombres de reptiles en la Armada inglesa, vinculados a varios naufragios. Asimismo, cambiar el nombre de una embarcación ya bautizada se considera un gesto de mala fortuna.
Las campanas no se limpian: La creencia de que las campanas de abordo no se deben limpiar proviene de una tradición marítima arraigada en la superstición y la cultura naval. Según esta superstición, las campanas de abordo de un barco son consideradas portadoras de buena suerte, y limpiarlas podría atraer mala fortuna y desgracias al barco y su tripulación.
Con el tiempo, las campanas de abordo desarrollan una pátina natural debido a la exposición al agua salada, al aire marino y a otros elementos. Esta pátina se considera un signo de antigüedad y experiencia en el mar, y algunos creen que tiene propiedades místicas que atraen la buena suerte.
En algunas regiones, el simple acto de limpiar una campana de abordo podría interpretarse como una falta de respeto hacia la historia y las costumbres marítimas. Mantener la pátina original se percibe como un acto de preservación de la esencia y la tradición de la navegación.
Para otros, es cuestión de simple equilibrio, sea real o percibido, se asocia con la armonía y la seguridad en el mar. Limpiar la campana podría romper este equilibrio y, según la superstición, traer consecuencias negativas.
Objetos prohibidos en un barco: Se considera un presagio desfavorable llevar un paraguas a bordo de un barco, ya que se interpreta como una invitación a condiciones climáticas adversas. Asimismo, se evita la presencia de flores en cubierta, ya que tradicionalmente se asocian con ceremonias fúnebres. Además, el transporte de un difunto, o incluso solo de un ataúd, se percibe como un acto que atrae la mala suerte. Por esta razón, era común que aquellos que fallecían en el mar fueran arrojados al océano, envueltos en una mortaja que contenía una bola de cañón, con la creencia de que este acto impediría que el fantasma del difunto persiguiera al barco.
Lo que está en el agua se queda en el agua: A pesar de la terrible experiencia que debe ser caer al agua en mitad del océano, históricamente también se consideraba un presagio desfavorable el acto de rescatar a alguien que estuviera ahogándose. En estos casos, el temor a intervenir en los asuntos de los dioses del mar era lo que disuadía de salvar la vida de aquel que luchaba por sobrevivir.
Cuando resonaba la temida exclamación "¡Hombre al agua!", era común dejar al náufrago a su suerte en el mar. Se creía que rescatar a alguien que se estaba ahogando podía acarrear mala suerte, ya que significaba intervenir en los asuntos de los dioses, del propio mar o del destino. Por otro lado, resulta notable señalar que existía una creencia extendida de que los cuerpos de los ahogados se sumergían directamente en el fondo del océano. A los 9 días, emergían brevemente a la superficie para luego volver a sumergirse permanentemente en las profundidades. La visión de un cuerpo de ahogado flotando (durante ese breve periodo) se consideraba un símbolo de mal presagio.
Las monedas de plata: Finalmente, como medida de protección para la embarcación y su tripulación, se ha arraigado la práctica de incorporar monedas de plata en la construcción de los barcos. En el caso de los buques de guerra, se suelen colocar en la quilla, mientras que, en el caso de las fragatas, encuentran su lugar en la base del mástil principal. Esta tradición podría haber surgido como un pago preventivo a Caronte, el barquero del inframundo según la mitología griega.
Otras supersticiones: Hay un amplio abanico de creencias y supersticiones marítimas que varían de un lugar a otro, influidas por la cultura y las tradiciones locales. Dada la limitación de espacio y tiempo, exploraremos algunas supersticiones adicionales, aparte de las mencionadas anteriormente:
Prohibición de bolsas o maletas negras: El color negro se asociaba con la muerte, por lo que las bolsas o maletas de este color estaban prohibidas.
Evitar tirar piedras al mar: Arrojar piedras al océano se consideraba una ofensa y se creía que podía acarrear graves consecuencias.
Mirar hacia atrás al abandonar el puerto: Los viejos marineros aconsejaban no mirar hacia atrás al salir del puerto, argumentando que era necesario partir con convicción y confianza para enfrentar lo que el mar les deparara.
Trozo de madera con muescas en la quilla: Guardar un trozo de madera con muescas en la quilla del barco se creía que podía aumentar la velocidad de la embarcación.
Subir al barco con el pie izquierdo: Se pensaba que aquel que subiera al barco con el pie izquierdo experimentaría infortunios durante la travesía.
Pérdida de fregona o cubo por la borda: Perder una fregona o un cubo por la borda se consideraba un presagio de mala suerte.
Corte de pelo o uñas en el mar: Cortarse el pelo o las uñas durante la travesía se creía que traería mala suerte.
Prohibición de mencionar la palabra "ahogado": Estaba terminantemente prohibido decir la palabra "ahogado" mientras se navegaba, ya que se creía que invocaría desgracias.
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