Ayer, experimenté una profunda sensación de honor al ser invitado, junto a mi esposa, a participar en un simposio culinario, donde compartimos mesa con Martine Jacqueline, una de las pocas supervivientes francesas que pueden dar testimonio de una de las experiencias más hermosas en el campo de la parapsicología moderna: las experiencias cercanas a la muerte. Específicamente, me refiero a la vivencia extrasensorial del "Fallecimiento Compartido".
Escuchar directamente de su voz, en un peculiar españolizado francés, la narración de su experiencia, y al final, recibir una señal en tiempo real que simbolizaba la aprobación de todo lo expresado por Martine por parte de su madre fallecida, resultó impactante para los siete presentes en la sala. Todavía nos estábamos recuperando de la emoción que el relato nos había suscitado cuando la mera mención de su madre fallecida provocó un movimiento inusual, culminando en el vuelco de un objeto que hasta ese momento había permanecido estable sobre la mesa.
Esta pequeña taza, que contenía mantequilla, fue desplazada por una fuerza invisible ante nuestras atónitas miradas, volcando tras un salto inexplicable sin que nadie la tocara. Se sintió como un gesto de comunicación entre nosotros y el más allá. No puedo describirlo completamente con palabras; aunque en su simplicidad, el gesto podría parecer casual o puramente anecdótico, el simbolismo que lo rodeaba nos sobrecogió profundamente.
La taza estaba acompañada de otros elementos emblemáticos de la cultura cristiana, como el pan y el vino. El hecho de que la taza se moviera alrededor de estos objetos plantea un enigma intrigante y se convierte, junto con el relato de Martine, en una de las experiencias más fascinantes que he vivido en mi trabajo como investigador de lo paranormal.
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