Cuando te hallas de frente al enigma, aunque hayas retrocedido un tanto, siempre experimentas un escalofrío cuando desvelas el semblante, el nombre completo, el rincón de trabajo y el origen de la doncella de la curva de la Aparecida.
Entablas diálogos con sus antiguas compañeras de trabajo, quienes te confían pequeños destellos de su esencia, revelando cómo, a pesar de profesar un profundo respeto por las curvas en el camino, paradójicamente, encontró su destino final en una de ellas. A pesar de todos sus cuidados y temores, la inexorable tragedia la alcanzó.
Quizás, por esta raz, se transformó en una sombra guardiana, advirtiendo a otros viajeros de lo que podría acecharles.
Con el devenir del tiempo, la curva se desvaneció del paisaje, pero los videntes y médiums de la región continúan la búsqueda de su espíritu en su afán de desentrañar secretos profundos y velados.
Anoche volví a reencotrarme con el misterio, con uno de los más oscuros que se tejen por estas tierras, ayer contemplé de cerca, el rostro de la chica de la curva de la Aparecida de Orihuela.
En los recónditos misterios de esta narrativa, emerge una crónica enigmática, donde dos testigos, antaño compañeras de labores de la protagonista, se entrelazan en un tejido de asombro y sombras. Pero lo que más trasciende es la manera en que lo que nació como una leyenda urbana, encauzada en lo etéreo, ha cruzado el umbral hacia lo tangible. Detalles palpables que erizan la piel con su mezcla de curiosidad y oscuridad.
Es la historia de una doncella común, una entre multitudes, que alberga sus propios temores y fobias. Uno de sus más profundos temores, la curva de la carretera, se alzaba como un recordatorio de la tragedia que allí aconteció, donde perdió la vida.
El paso del tiempo ha desvanecido los caminos que alguna vez eran las únicas sendas hacia la apartada localidad de La Aparecida. La curva fatídica ya no existe en el mundo físico. Sin embargo, la leyenda persiste, sostenida por las voces ancestrales y el rumor que serpentea por la región con la velocidad del rayo.
Dotada de una suerte de magia enigmática, que atrae a almas curiosas, las videntes de la región y aquellos con una percepción especial, acuden al llamado, en un ruego desesperado por las respuestas que solo la "chica de la curva" puede proporcionar. Es un lugar único en el orbe, donde esta figura ha transcendido su propia desaparición. Se cuenta que desde que la curva fue erradicada del paisaje, jamás ha vuelto a materializarse.
No obstante, las médiums, con sus lamentos angustiosos, la reciben con los brazos abiertos. Siguen moldeando y avivando la llama de ese espíritu que una vez deambuló por los caminos de Orihuela en La Aparecida. Ellas le brindan refugio a esa fuerza de la naturaleza que es el misterio hecho carne, una leyenda que persiste como una realidad viva y latente en el corazón de todos aquellos que se atreven a asomarse al abismo de lo desconocido.
Despleguemos, pues, el manto del misterio en esta hora mágica que se cierne sobre nosotros. Desvelaremos el enigma que yace oculto en las sombras. El nombre de esta figura enigmática brilla con un fulgor divino: Mari Carmen Antón, descendiente de las ancestrales tierras de San Isidro, pues ese era su humilde origen. Su presencia se entretejía con los hilos del destino en la sagrada fábrica oriolana de Drape Cotí, donde ejercía sus tareas envueltas en secretos que desafían la razón.
Y, por supuesto, desde este blog, seguiremos dispuestos a guiar a aquellos cuyos corazones albergan la fuerza de las incógnitas que ansían desvelar respuestas.
Nos encontraremos en la próxima entrega de esta fascinante travesía.
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