En las procesiones del Corpus Christi, una figura siniestra y enigmática se alza como representación del maligno: la Tarasca. Esta criatura mitológica, cuya imagen puede ser contemplada en el Museo del Corpus de Valencia, se originó a partir de una leyenda asociada a Santa Marta.
Aunque la Tarasca aparece en diversas ciudades de España en distintas representaciones y formas, en Valencia es una figura emblemática que acompaña a las rocas procesionales. Se representa como un monstruo con cuerpo de tortuga, seis patas, cola de escorpión y la cabeza de un león, transmitiendo una presencia imponente y aterradora.
El origen de la Tarasca se remonta a una leyenda medieval provenzal, que relata la historia de Santa Marta, hermana de Lázaro. Tras la muerte de Jesús, Santa Marta emprende un viaje a Occitania, donde los habitantes de la villa de Tarascón, en la Provenza de Francia, solicitan su ayuda para vencer a un monstruo conocido como la Tarasca. El Rey de Tarascón había intentado sin éxito derrotar a la criatura con todas sus fuerzas y armamentos.
Santa Marta, valiéndose únicamente de agua bendita, logra calmar al feroz ser y lo pasea atado con una correa por toda la población. Los habitantes, aterrorizados, se lanzan contra la criatura, que muere sin ofrecer resistencia. A través de un sermón, Santa Marta convierte al cristianismo a aquellos que la escuchan, después de haber domado a la Tarasca.
La presencia de la Tarasca en las procesiones del Corpus Christi se convierte así en una representación simbólica de la victoria del bien sobre el mal, encarnado en una bestia temible. Esta figura mítica evoca la valentía y el triunfo de la fe sobre los elementos malignos, recordando a los espectadores la importancia de la lucha contra las fuerzas oscuras y la capacidad de la fe para dominar incluso a las criaturas más feroces.
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