Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

domingo, 4 de octubre de 2015

Orihuela curiosa: La resurrección de los "muertos"


Tanto la calle de la Acequia como la calle del Río, fueron famosas en Orihuela por compartir hechos similares que hoy llaman poderosamente la atención.

En ambas calles, habitaron en el siglo XX personas que sufrieron de una enfermedad conocida como catalepsia.

Se trata de un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva en un estado que podría ser consciente o inconsciente.

Desde los albores de la Edad Media, el temor a ser enterrado vivo obsesionó la conciencia de muchos países europeos. 

Antiguamente y todavía en el siglo XVIII no muy lejano, no se diferenciaba la
muerte verdadera del coma profundo o de los estados letárgicos provocados por una
multiplicidad de causas generalmente accidentales (síncope, desmayo, apoplejía,
afectos soporosos, alferecía, catalepsia, insulto convulsivo o histérico, éxtasis morbo-
so, vehemente pasión de ánimo como pavor, fuerte ira, pesadumbre o excesiva delec-
tación venérea). Si, como en varios países y en España entre ellos, se practicaba la
inhumación en un plazo breve, existía el peligro de ser enterrado vivo. Y efectiva-
mente, ocurría con bastante frecuencia aquella horrible desgracia. Unos de estos
«muertos vivos» golpeaban con desesperación las paredes del ataúd antes de sucumbir por falta de aire. Otros tenían a veces la suerte inaudita de que alguien oyese sus
gritos y su vuelta a la vida se consideraba como auténtico milagro. El temor de ser
enterrados vivos era tan fuerte que en Inglaterra ciertas personas exigían llevar atado
al dedo un cascabel o una campanita para eventualmente manifestarse desde su fére-
tro. En Alemania, era costumbre destapar en el cementerio el ataúd antes de proceder
a la sepultura.
Resultaría imposible hacer el recuento de aquellos desgraciados condenados a la
podredumbre que lograron in extremis salvar su vida, o que durante la autopsia que
se les hizo, reaccionaron al primer corte de bisturí.

Así no es de extrañar que tanto Manolico “El Marullo” de la calle la Acequia como Mercedes la Trapera de la calle del Río fueran dados por muertos y preparados sus entierros.

Cuando ya estaban los cuerpos amortajados, abrieron los ojos recobrando la vitalidad y dieron un susto de muerte a los visitantes que se habían acercado a dar el pésame a las respectivas familias.

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