Estamos en Orihuela, más concretamente en la glorieta de Gabriel Miró. Justo donde ahora hay una imponente fuente, que sustituye a otra anterior. Pero no siempre ha habido una fuente aquí.
Ahora, como si de una máquina del tiempo fuera, vamos 50 años atrás en el tiempo.
Nos encontramos una glorieta reconocible para quienes la hemos conocido al menos durante los últimos 30 años, el enlosado clásico pero, un momento… no hay fuente, y yo recuerdo al menos dos. En su lugar encontramos al protagonista de nuestra historia, una araucaria majestuosa capaz de vernos a todos desde lo más alto del lugar. Un árbol que nos ha visto desde mucho tiempo atrás, testigo del aumento de un pueblo que pasa a convertirse en ciudad, pero por desgracia, no nos ve convertirnos en gran ciudad.
Por el final de la década de los 70 hay un deslose en la zona del árbol y por el motivo que sea nuestro protagonista ve como acaba siendo desplazado de su lugar de privilegio. Toda una vida siendo testigo del discurrir de la vida de los oriolanos, de los juegos infantiles, de posibles romances fraguados en los bancos colindantes, de innumerables desfiles procesionales, conciertos musicales. Todo eso acaba abruptamente. Después la nada.
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Año 1995, sin saber muy bien cómo es posible, una persona encuentra a nuestro protagonista, bastante desmejorado, y se le ocurre que no se había sido justo con él, que merece algo mejor. Han pasado más de 25 años desde que le fuera arrancado de las manos a la madre naturaleza pero nuestro protagonista parece que se negara a desaparecer. Pero esto no hace más que alargar su agonía durante 20 años más.
Esta persona entonces decide que este árbol siga vivo, con la mejor de las vidas posibles, reencarnándose en el hijo de Dios. Y como bien digo, aquí sigue la agonía puesto que tienen que pasar dos décadas y por las manos de varios artesanos para finalmente un 5 de Abril del año 2015 volver a ser presentado en sociedad, esta vez como hijo de Dios resucitado, completando el círculo.
Bendecido por el padre Don José Luis Satorre, pertenece a la Hermandad de la Resurrección. Los artesanos oriolanos que consiguieron resucitar a nuestro protagonista fueron José Antonio Sánchez Martínez y Antonio Peñalver Cases. Donde alguien podía ver un viejo tronco o donde ahora se puede ver una escultura fea y desproporcionada, otros pueden ver historia viva de Orihuela. Las apariencias siempre engañan.
Víctor M. Ortega
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