Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

domingo, 26 de septiembre de 2021

El Ángel del Apocalipsis y Vicente Ferrer


En Orihuela y comarca se recuerda todavía un dicho lapidario, atribuido a San Vicente Ferrer, ((Espolsa, borriquetb), acuñado por el ángel del Apocalipsis al pasar por la raya que delimita las coronas de Castilla y Aragón, frontera que empezó a difuminarse, en parte, por obra y gracia del dominico valenciano al calor del Compromiso de Caspe. ((Espolsa, borriquetb), una exclamación con patente, en valenciano, de hace más de seiscientos años, que se lanza al aire con cierta violencia cuando a alguien no le gusta algo y quiere manifestarlo, para no consentirlo o asumirlo. La frase me llegó a mí hace más de sesenta años, de mis padres, y a ellos, de los suyos, y así. 

San Vicente Ferrer, véase Historia de la portentosa vida y milagros de San Vicente Ferrer, Valencia, 1735, de Fray Francisco Vidal Micó, fue uno de los valencianos más universales, cuyos restos, en su mayor parte, reposan en Vannes, Francia, donde murió. Dominico influyentísimo en el ámbito religioso, tiempos del Cisma de Occidente, y político, dedicó la mayor parte de su vida a predicar, a misionar en los diversos reinos de la Península Ibérica, a convertir de grado o por fuerza a pecadores, judíos y moriscos, haciendo salidas por Europa.

En esa actividad misionera estuvo por aquí, a principios del año 1411.

San Vicente, famoso por los logros que conseguía en sus misiones, fue llamado por el Consell d'Oriola, como hacían tantos ayuntamientos de aquel tiempo, para que predicara en la ciudad, que buena falta hacía, que el ambiente era muy pecaminoso. Tras varios días de predicaciones, sermones y penitencias, las almas de los oriolanos y los huertanos quedaron más limpias que una patena, si hacemos caso a la carta que dicho Consell envió al obispo de Cartagena, que lo era también de la Governació d'Oriola, agradeciendo los servicios prestados por el dominico. En la memoria colectiva oriolana queda, además, otra frase referida a los peligros de las riadas catastróficas - ( ( ~ s t e lobo [el Segura) se comerá a esa oveja [OrihuelaJ))-, y el consejo de erigir una cruz protectora en la Muela.

En aquella visita se acuñó el dicho del ((Espolsa!)). Recurro a la narración de mis padres. El santo, aquel día, estaba cabreado. Los murcianos apenas le habían hecho caso en sus prédicas. Hacía calor poniente y el camino, tiempos de sequía apocalíptica, estaba envuelto en una polsaguera. Pasada la raya, junto a los mojones de Beniel, aunque hay quien dice que fue en los del Mojón, San Vicente, que era de temperamento sanguíneo, estalló, fuera de sí gritando ((Espolsa, borriquet!)), y este, ni corto ni perezoso, apoyado en sus patas delanteras, espolsó las traseras con tal fuerza que no solo se quitó la ((pols del camb>, sino que lanzó las dos herraduras contra una de las fi.tas con tal violencia que, todavía, dicen, se pueden ver las señales de los impactos férreos en la base de uno de los pinochos por el lado del levante.

Pero se plantea una duda o, bueno, muchas. Parece que el misionero nunca pasó de Murcia a Valencia por aquí, pues el sentido de su marcha fue de Orihuela hacia tierras murcianas. Por lo que habría que buscar la marca de las herraduras en el lado de poniente.

Aunque hay que decir que el recorrido del predicador y su séquito no fue muy lineal, pues, tras salir de Elche y antes de misionar en Orihuela, el santo, enterado de la persistencia de las costumbres moriscas de los habitantes de Abanilla y de Fortuna, se fue allá, al reino de Murcia, a convertirlos. ¿Quién quita que volviera de Murcia hacia la capital de la Vega Baja por Beniel? Así se aseguraría la versión
que escuché a mis mayores. 

El «Espolsa, borriquet!» hay que encuadrarlo dentro de un marco general. En muchos lugares del reino de Valencia se consenra otro dicho vicentino: «D'esta terra no vuU ni la pols de les espardenyes».

Evidentemente la expresión denota la amargura del predicador que veía que su trabajo no fructificaba del todo. Pero hay más: «De Valencia no vuU ni la pols», dicho que en la actualidad está sometiéndose a revisión por parte de algunos eruditos. Parece ser que fue el historiador Diago el que anotó este posible infundio del disgusto del santo con sus paisanos.

Sigamos dentro de la polsaguera. Canet Marin, 2013: «Segons la tradició murciana, va ser en Larca (no en Valencia) quan, en un día molt calarás, va predicar, i al eixir per aquells camins plens de pols, es va pararon hi-havia una creu, es va llevar el cal9at, i ho va colpejar contra el sol, dient: "No vuU ni la pols del camí de Larca"». Prosiguiendo esta versión lorquina, un artículo de La Verdad de Murcia insiste:

«Cuenta la tradición que, en el siglo XV, tras predicar San Vicente en la ciudad de Lorca, y desencantado por la poca atención que le habían dispensado los del lugar, dijo la famosa frase: "¡De Lorca ni el polvo!", mientras sacudía sus sandalias al salir de la ciudad».

Pero aún he encontrado otra versión sobre el enojo del valenciano cuando estuvo por aquí. No fue el cansancio y el estrés al ver incumplidas sus aspiraciones de convertir a los pecadores lo que lo llevó al «Espolsab>. Lo que lo impulsó a ello fue el excesivo precio que quería cobrarle un herrero por calzar al borrico. Vamos, a él, que tenía en su apellido y escudo una herradura. Era un herrero establecido
junto al puesto fronterizo y el santo se enfadó, mandando al animalico que devolviese las herraduras a bravas coces.

Vicente Ferrer, un valenciano internacional, estuvo por aquí. Y su memoria quedó, en parte, fijada en la literatura popular valenciana, en medio de la polsaguera que levantó a su paso.

ORIHUELA. LITERATURA Y PATRIMONIO
MIGUEL RUIZ MARTÍNEZ

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