En el convento de Mathet permanecieron los frailes
Predicadores hasta el año 1510.
En este año se desarrolló en Orihuela una epidemia de Peste
que amenazó con dejarla desierta de habitantes.
El número de víctimas crecía cada día.
Se intentaron todo tipo de remedios que resultaron
ineficaces para detener la expansión de la plaga.
Es entonces cuando, según la tradición, ocurrió el milagro.
Un día en el cual la mortandad había sido más intensa de lo
habitual, y los vecinos de la ciudad de Orihuela y sus autoridades habían
perdido toda esperanza, ocurrió el milagro:
Una dama vestida de blanco y acompañada de un aroma que
parecía venir de miles de flores se le apareció al Justicia de la ciudad.
Andrés Soler, que así se llamaba el justicia, cayó postrado
a los pies de aquella figura bondadosa y sin haber dado crédito a lo que estaba
contemplando escuchó un voz dulce que le sonó como si cientos de terrones de
azúcar tocaran con delicadeza la comisura de sus labios.
- No has de temer
de esta dama, pues he venido a dar consuelo a ti y a tu ciudad. Acoge entre sus
muros a los religiosos de la
Orden de Predicadores para que propaguen la devoción del
Santo Rosario y Orihuela se verá libre de tan terrible calamidad.
Una vez desaparecida la dama y ante el júbilo del Justicia,
echó a correr hacia donde residían el resto de autoridades y el clero para dar
la noticia de lo que había escuchado y visto con sus propios sentidos.
Todos coincidieron en que aquello no era sino obra de la
mano de Dios y de la misericordia de la Virgen María.
Se acordó una reunión entre las autoridades civiles y
eclesiásticas y algunos representantes del pueblo.
Se suplicó al R. P. Fr. Gaspar Esteve, Provincial de la Orden de Predicadores de la
zona que pertenecía a Valencia, el traslado de los frailes que habitaban en ese
momento en el convento de Mathet.
Se envió un mensaje urgente a través de un emisario a ver al
Provincial que aceptó y dio su permiso y orden con la condición de que se les
proporcionara a la comunidad, mansión adecuada y un templo donde poder celebrar
el culto divino.
Orihuela, cedió a los dominicos una pequeña iglesia, que ni
se sabe o conoce su antigüedad y que estaba situada junto a la Puerta de Elche o de
Levante. Además, unas casas contiguas y se le dio la advocación de Nuestra
Señora del Socorro y San José.
Dicha iglesia primitiva se cree según algunos estudiosos,
que estaba emplazada en donde actualmente se situa el Claustro de la Carpintería del
Colegio.
No llegó el día del traslado hasta que no se celebró con
total solemnidad el día 7 de Septiembre de 1510.
Y fue en ese momento cuando sucedió el segundo milagro:
Cuando entraban los frailes a la ciudad de Orihuela, dejando
atrás sus muros, el címbalo de la Iglesia
Mayor del Salvador (hoy Catedral) se puso él solo a tocar.
Desde abajo, los vecinos de Orihuela acudían raudos a
observar el espectáculo y a vítores de Milagro, Milagro, aún hubo alguno
desconfiado que quiso comprobar con sus propios ojos que allí en la torre no
había nadie causando tal prodigio.
La desaparición de la peste coincidió con la acogida por
parte de Orihuela a los nuevos frailes. Por tanto, se cumplieron las palabras
de la dama blanca.
Nadie más murió por causa de peste y no hubo que lamentar
ningún contagio.
Esto terminó por convencer al Concejo de que aquello había
sido realmente por gracia Divina y se complació en otorgar a los nuevos frailes
la cantidad y el derecho que costaban los terrenos inmediatos al convento, que
fueron quinientos florines.
Estos milagros fueron recogidos en 1715 en un curioso
opúsculo manuscrito en latín y redactado por un fraile anónimo de Santo Domingo
de Orihuela.
Manuscrito y encuadernado en pergamino, pertenece a la Biblioteca Pública
de Orihuela.
El libro, fue usado primeramente como libro de cuentas.
Pero, a partir del folio 28, aparecen 48 páginas sin numeración, de título: Praeclara Monumenta insignis Collegii
oriolensis Provinciae Aragoniae Ordinis Praedicatorum, illis PPs. Vsui futura
qui ordinis nostri annalibus eformandis collaborant collecta et ordinata iussu
RRmi. P. N. Magistri Generalis, vi ex Rius litteris constat en donde a modo
de anales se da cuenta de lo expuesto anteriormente.