Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".
Me precia decir que soy de los pocos oriolanos que se han
preocupado en esto de mantener y conservar aquellos viejos libros que cuentan
nuestras leyendas.
Tocado con un ansia por poseer todo lo relacionado con “Nuestras Leyendas” me hice a la mar profunda que es la red de redes en busca de todos
los libros que existieran que tocasen dicho tema.
Y por fin conseguí hacerme con 3 libros de los únicos 6 libros que
existen en el mundo que dan cuenta de las hazañas que dieron pie a tan
memorables recuerdos.
Uno de ellos, editado por el diario La Verdad y la Caja de Ahorros Provincial de Alicante en 1981 reza la siguiente leyenda entre sus numerosas páginas:
LA
ARMENGOLA
Era aquel un tiempo muy difícil, con la trágica sombra de la
guerra siempre amenazante; guerra contínua contra los moros y, de vez en
cuando, contra otros reinos cristianos. El caudillo moro Abu-Beker reinaba en
Murcia, tras haberse emancipado de la
Corona de Granada, y pasaba por una situación apurada. Jaime
I de Aragón amenazaba con entrar a saco en sus territorios. No pudiendo por
razones obvias pedir ayuda a su antiguo soberano, el rey de Granada, decidió
probar suerte con Fernando III de Castilla. Por entonces, las relaciones entre
los que más tarde serían consuegros no eran muy armoniosas.Así que la idea le
pareció excelente a Fernando III El Santo, y mandó a la capital murciana al
infante Alfonso, su hijo, para llegar a un acuerdo. Y se llegó; en realidad era
cuestión de precio. Sin discutir demasiado firmaron un tratado por el que el
rey moro se obligaba a dar al de Castilla la mitad de sus rentas. Hasta aquí la
cosa podía pasar, pero había otras cláusulas que no vio con buenos ojos lo que
ahora se llama la base, la base mora. Porque para asegurarse que no habría
arrepentimiento, Don Alfonso exigió que las ciudades quedaran bajo vigilancia
castellana.
Y si esto no gustó a los moros, en cambio a los mozárabes
les pareció perfecto; especialmente a los del Arrabal oriolano, que encima
decidieron celebrarlo con fiestas. Nada podía haber irritado más al alcaide
moro del Castillo de Orihuela, que sin pensarlo demasiado decidió poner coto a
tales manifestaciones, pasando a cuchillo a los manifestantes. Drástica parecía
la medida, pero en aquellas fechas nadie iba con tiquismiquis. Había que hacer
un escarmiento para que sirviera a de lección a otros pueblos del reino. El
momento elegido fue la noche del 17 de Julio de 1242.
Pero… no contaba el bárbaro alcaide con la Amengola. Era esta una robusta
moza cristiana que había amamantado al hijo del alcaide, razón por la cual este
le tenía en gran estima. Y esta circunstancia lo perdió, hasta el extremo de
que su cuerpo colgaría la noche de autos de la más alta almena del Castillo,
porque, lógicamente, la
Armengola prefería a sus convecinos cristianos. Pero no
precipitemos los hechos.
La
Armengola, al enterarse del criminal propósito del alcaide le
imploró piedad para los vecinos del Arrabal; más no consiguió nada: sólo permiso
para que ella y sus tres hijas pudieran entrar esa noche en el fuerte y
librarse así de la triste suerte que esperaba a los oriolanos. Pero por más que
el alcaide recomendara a la
Armengola que guardara el secreto, ésta puso rápidamente
alerta a sus convecinos. Se trazó un plan para abortar el baño de sangre que
preparaba el alcaide. Entraría en la fortaleza, cogerían por sorpresa a sus
moradores y los degollarían a todos. ¿Pero cómo entrar en el Castillo? La Armengola dio la solución.
Ella entraría con tres mozos de armas tomar, disfrazados con los vestidos de
sus hijas. Estas cuatro “mujeres” irían seguidas a poca distancia por el resto
de los cristianos para, cuando lograsen franquearles la entrada al fuerte,
invadirlo.
Los ecos de aquella cruelísima batalla aún resuenan en las
páginas escritas por los cronistas del hecho, quienes, por cierto, no todos
coinciden en atribuir la gesta a la Armengola.
Sin embargo, esta se hizo merecedora del llamado “sermón de la Armengola”. Leído en la Iglesia parroquial el
aniversario del hecho: el 17 de julio.
En el periódico local THADER nº 79 del 2 de octubre de 1895 se publicó una noticia que hace referencia a un vecino de la zona que se quejó de haber escuchado a altas horas de la noche unos sonidos siniestros y de gran intensidad que hacían retumbar hasta el piso de la calle.
Hoy día se trata del Colegio Virgen de la puerta
HORROR OCULTO EN LA CASA "CARIDAD" DE ORIHUELA
El terror y el dolor pueden esconderse durante años, pero al final, casi siempre sucede algo que hace que éste aparezca de la nada para aclamar venganza.
La aparición de seres vengativos que vienen del más allá ha sido sufrida por muchas personas, que aseguran que han visto entes extraños y no identificados pidiendo venganza por todo aquello que no pudieron hacer durante su vida, normalmente finalizada de forma abrupta.
Durante el s.XIX y s.XX muchas mujeres sufrían embarazos no deseados o de los cuáles se avergonzaban por distintas razones. A veces, simplemente sucedía que no podían hacerse cargo de los niños y los abandonaban en lugares como conventos, centros de misericordia o las conocidas casas de caridad. Muchas veces las mujeres llegaban desesperadas y fuera de sí buscando ayuda en estos lugares. Apenas eran conscientes de sus posibilidades, simplemente se abandonaban a su suerte en aquellos lugares alejados del resto de la humanidad, sin control y lejos de las miradas. Es por eso que a veces esos lugares se convertían en auténticos infiernos, donde mujeres y niños sufrían vejaciones más allá de lo que una persona es capaz de aguantar.
En España se han descubierto muchos conventos donde yacen cientos de cadáveres sin identificación, sin registro, ni documento alguno que explique la causa de la muerte. También, muy cerca de estos lugares, se han encontrado fosas donde se enterraron miles de niños y de jóvenes en terrenos de los conventos, internados, y de las "casas de Misericordia".
Estos temibles lugares, vestidos de piel de cordero, fueron los lugares donde cientos de mujeres y niños fueron maltratados y humillados hasta la muerte. Regidos por monjas, a cualquiera que no fuera puro e inocente, según la moral católica, como las jóvenes solteras embarazadas, se las encerraba de por vida y se les quitaba su hijo al poco de nacer. Durante muchísimos años, la Iglesia Católica custodió estas instituciones represivas, privó de libertad, derechos y salarios a muchísimas mujeres que habían aparecido en esos lugares pidiendo ayuda.
Muchas de ellas estuvieron encadenadas a trabajos embrutecedores, castigos y abusos físicos hasta su muerte, igual que sus hijos, que, producto del pecado, eran obligados a crecer en un régimen peor que carcelario, a la merced del sadismo y crueldad extrema de los religiosos.
Durante años a sacerdotes y caciques se les permitía tener servidores dóciles para los trabajos más duros y para sus peores aberraciones. El padre Noël Reynolds confesó haber abusado sexualmente de docenas de niños. En la época, denunciar una violación en esas condiciones, significaba palizas y castigos, que tenían la certeza de que sólo la posesión diabólica sería capaz de tentar el santo celibato y la castidad.
Las mujeres y niños se pasaban años encerrados bajo llave y bajo medidas extremas de seguridad, solo trabajando hasta la extenuación y obedeciendo. Algunos lo intentaron, pero en una sociedad donde había soplones que alertaban a la policía, su huida abocaba al fracaso.
En los años 60 y 70 del siglo XX, en instituciones religiosas había mujeres que habían sido ingresadas por sus maridos para solventar un fracaso matrimonial, también. Las mujeres casadas no podían trabajar, administrar su patrimonio ni su herencia. También las había que fueron ingresadas en la adolescencia por padres severos.
Las hermanas de la Misericordia, orden religiosa católica afincada en varios países y que estuvo presente también en España, rigieron los conventos investigados por las denuncias por abusos sexuales, físicos y psicológicos a niños y mujeres bajo su custodia.
Todas esas almas quedaron dañadas para siempre, y ahora, el lugar en donde estaba alojado el centro de Misericordia de Orihuela, todavía se cree que esas almas en pena vagan pidiendo misericordia, y, sobre todo, venganza. En las antiguas salas de castigo aún se pueden oír los gritos de dolor de mujeres de las que abusaron años y años ¿Cómo fue posible que hubieran tantos abusos ocultos durante tantos años y nadie fuera capaz de denunciarlos? La falta de escrúpulos morales y éticos de la Iglesia Católica hizo estragos en muchas generaciones de mujeres desprotegidas, que sólo querían un buen lugar para sus hijos. A cambio obtuvieron humillaciones y torturas. ¿Ha llegado ya el momento de la venganza? RELACIONADO: El 12 de Noviembre del año 1902, apareció la noticia en un periódico local de que se habían encontrado restos humanos en el antiguo hospital.
MARINA RODRIGUEZ
* El autor del Blog de fuerte y arraigada educación católica no comparte lo que la periodista ha publicado en este artículo. Pero tratándose de un Blog abierto a una participación libre ha decidido no censurar dicho artículo. FUENTE: LA VOZ DE LA COMARCA Nº 9, 12 Noviembre 1902
En noviembre de 1932 se produce un escándalo en „La Misericordia‟, con acusaciones de abusos sexuales a mujeres acogidas en el centro benéfico por parte de algún funcionario municipal, concejal e incluso del capellán. En relación con estos hechos, que levantan un gran revuelo en la ciudad, Autonomía abre su número 22 con un editorial a tres columnas, en el que defiende al cura denunciado y a su abogado (que es el mismo director del periódico).
La cultura y la conciencia ciudadana, de Orihuela y Dolores, repugnan que hombres esclavos de sectas, o mandatarios de partidos, vengan a gobernarnos, a título de redentores, de innovadores, de más cultos o de mejor preparados. Orihuela y Dolores conocen sus problemas sociales, económicos, políticos y de relación con la vida de los demás pueblos. Tienen derecho a más personalidad que la reconocida hasta la fecha por quienes han regido los destinos de España, antes y ahora. El dinero está en la huerta del Segura, no en Alicante. Autonomía desea para esta Vega que sus hombres sean sus directores; que su riqueza sea para principal beneficio de sus indígenas; que no se imponga lo que no se quiera; que no se nos atribuya en el concierto de la convivencia nacional un papel inadecuado; que no se tome de lo nuestro, sin preguntarnos si lo damos. Autonomía combatirá el sectarismo, el nepotismo, el absolutismo y el forasterismo. Combatirá al capitalismo, pero no por sistema sino en razón a las circunstancias. No confundirá a la clase media con los privilegiados y no tomará al obrero como arquetipo de la virtud, considerando obreros a todos los que trabajan y no son capitalistas. Autonomía es republicano, porque es demócrata y porque no es monárquico. Salud y una advertencia. Autonomía sabe algo de música, y al son que le toquen bailará”. Autonomía, 20-II-1933. 97 “Un Cura en la cárcel de Orihuela, un Juez enjuiciado por la opinión, autoridades vergonzantes, escándalo público, y un pueblo noble que espera a enjuiciar sobre Cura, autoridades, curiales y mozuelas. Todo pasó y en las breñas quedaron la fama de un sacerdote, los girones (sic) de la toga de un Letrado, y por los apremios de su pluma, la vacilante acusación de un Fiscal. Procesados por escándalo público unos hombres influyentes, hubo discusión sobre si el Ministerio Fiscal había o no en su función, mantener querella, por el estupro de las asiladas perjudicadas, y luego vióse aumentado el escándalo de un pueblo, que pudo ver como las mismas personas, señaladas como autores de estupro de aquellas chicuelas, seguían entrando y saliendo en la Casa Misericordia, como si tal cosa. Pues ha llegado el día aquel, para el que fueron emplazados los sinvergüenzas que alimentaban los chismes y calumnias, y los Fiscales, que entendieron su deber, como lo cumplieron. Y ahora, ese Fiscal de la República, que acosó en juicio al Abogado del Cura en el sumario, y que no se conformó con la sentencia absolutoria dada por la Sala, puede ir tomando datos, que desde aquí le ofrecemos para la historia de sus actividades. La muchachita Ana María, supuesta víctima de aquella escena, retraída de años, según se dice en Orihuela, se encuentra en estado interesante. Y como el Cura del cuento estaba en prisión el día 7 de noviembre de 1932 y permaneció unos meses, no puede ser el autor de la gracia. Y parece que la chica.lleva su preciada carga, como cinco o seis meses. Y se atribuye a un significado socialista la puesta en marcha, pero este dice que su obra no puede empezarse, de tanto tiempo atrás, porque él es un Maltusiano de dos meses. Y, con de en por sin sobre tras, la circunstancia de que la tal niña ha continuado asilada en la casa Misericordia, y allí no hay ahora ni Curas ni monjas, ni cavernícolas, ni monárquicos, el Alcalde David está por tirar el arpa que desafina, de modo extraordinario, entre tanto cencerro tapado. Ahora, después de DIEZ MESES de aquellos sucesos, de cuando el Cura y su Abogado fueron procesados, vea el Fiscal General de la República, a quien tenemos el sentimiento de remitir esta ligera noticia de sociedad, qué autoridades cumplieron sus deberes, y qué ciudadanos son los sinvergüenzas. Si Ana María no es una mercancía depositada en la Casa Misericordia de Orihuela, y los que han tenido jurisdicción y autoridad para evitar ese sucedido no gozan de un fuero dictado por Gomariz, sepa Orihuela qué hace la República de trabajadores con aquellos que convierten en mancebía un lugar tan sagrado y tan de todos como la Misericordia. Gracias que Dios es Fiscal de las conciencias, buen Procurador del desvalido y el mejor Abogado de los pueblos honrados Decíamos ayer…Vengan hojitas…de Parra. Tarí, tararí… tarararí… ero… melón… ero.”. Autonomía, 30-VIII-1933.
Es de resaltar la labor desarrollada en la comarca por la Casa Beneficencia de Orihuela, popularmente conocida como "La Misericordia‟, donde se acoge a niños y niñas abandonados. Durante el mandato como alcalde del radical-socialista Alberto Escudero Bernicola se aprueba el 3 de noviembre del mismo año el Reglamento de la Casa de Beneficencia. Precisamente este centro benéfico es escenario de un desagradable suceso al ser destituido el portero de la misma por su conducta antirrepublicana y ser acusado el maestro de la escuela allí instalada de haberse encerrado en una habitación con una muchacha acogida al centro. Se produce el consiguiente escándalo público, con violentas actitudes entre los asistentes a las sesiones del Ayuntamiento donde se debate este asunto, lo que hace necesaria incluso la presencia del gobernador civil, José Echevarría Novoa, en el pleno del 7 de diciembre de 1932. Los sucesos de abusos a internas tienen amplio eco en la Prensa, dando lugar a un exhaustivo expediente administrativo que termina sustanciándose en los Tribunales de Justicia. Por ello, en la sesión municipal de 29 de junio de 1933 se acuerda nombrar al diputado Jerónimo Gomáriz abogado representante del Ayuntamiento en la causa seguida contra el sacerdote José Ezcurra. Al respecto de los presuntos abusos sexuales, El Luchador inserta una amplia crónica de su corresponsal bajo el título “El clericalismo tiene ya sus víctima en Orihuela”, a propósito del suceso. Sobre este mismo asunto, el periódico republicano Autonomía se ocupa en primera página de los hechos, con un amplio despliegue bajo estos titulares: “En la Misericordia de Orihuela. Ha llegado el día. La canalla al descubierto. Dios por Fiscal.
SUCESOS EN 'LA BENEFICENCIA'
El LUCHADOR
“En España, meterse con las gentes de hábito aún constituye un serio peligro, porque cuentan todavía con la suficiente influencia para acampar por sus anchas y con el dinero abundante para que voluntad impere. Puede existir un obispo contrabandista, elegante y mujeriego como un cardenal del Renacimiento; frailes que entre las feligresas guapas de su barrio elijan sus amantes a las que luego buscarán marido, y curas que practiquen las mayores aberraciones sexuales, sin que para ejemplo y escarmiento moral se les encierre ni se les procese por abusos deshonestos.Desde el apuesto don Agustín al tartufo jesuita, pasando por las barbas rizadas en oro del fraile guapo y joven, toda la ciudad ha murmurado a voz en grito cientos de intimidades iniciadas en los confesionarios y prolongadas después en cualquier sitio apropiado. Pero lo que no podía ocurrir es que uno de estos sátiros ensotanados diese con sus huesos en la cárcel por violar a una joven, cometer actos repugnantes con un monaguillo o llevar la infelicidad al seno de una familia.
(...) Ellos aun sabiendo hasta la saciedad la culpabilidad del capellán de la Beneficencia de Orihuela, no podían dejarle abandonado en su desgracia al cura delincuente, para impedir que el lodo de toda esta inmoralidad salpicase de desprestigio el traje talar de todos los demás y le crearon un ambiente de víctima del odio sectario, de calumniado por los herejes republicanos, y gastando el oro a manos llenas, viajando y haciendo ambiente en la prensa católica, lograron el primer triunfo, al conseguir que, como si se tratase de un proceso transcendental para los intereses de la nación, se designase todo un señor juez especial para intervenir en la causa instruida por delito común contra un cura. (...) Y como el cura corruptor no podía aparecer como delincuente costase lo que costase, porque para eso vestía hábitos y estaba ungido de la esencia del espíritu santo, crearon nuevas figuras, acusando de culpabilidad al administrador, al maestro de la escuela nacional, a los concejales visitadores y hasta todo el que siendo probablemente defensor y amante de la República, hubiese puesto sus pecadoras plantas en aquel recinto. (...) Pero como el clericalismo no ceja, públicamente se conoce la trama urdida, y a fecha fija se dice cuanto tiene que suceder y quienes y que día serán detenidos como si la beatería fuese capaz de prejuzgar el resultado de un proceso. Y ayer fue detenido por orden del señor Juez Especial el señor Administrador de la Casa de Beneficencia y el profesor de la escuela nacional establecida en el mismo edificio. Y pese al clericalismo y las apariencias que ahora puedan surgir en contra suya, don Francisco Abad Merino es inocente, y si está detenido, no puede ser más que como víctima del clericalismo y del odio reaccionario, que aquí persigue sañudamente a todos los hombres de conciencia libre. En otro artículo informaremos a nuestros lectores de este escandaloso asunto, que ahora sí que promete dar juego”. (El Luchador, Alicante, 13-XII-1932).
AUTONOMÍA Ocupando toda la primera plana y parte de la segunda, Autonomía, periódico dirigido por Manuel Rodríguez de Vera (que actuó como defensor del cura imputado), dice: “Era noviembre del año próximo anterior. Se tramaba una infamia, que dio realidad a un asunto judicial. Un cura en la cárcel de Orihuela, un juez enjuiciado por la opinión, autoridades vergonzantes, escándalo público, y un pueblo noble, que espera a enjuiciar sobre Cura, autoridades, curiales y mozuelas. Todo pasó y en las breñas quedaron la fama de un sacerdote, los girones (sic) de la toga de un Letrado, y por los apremios de su pluma, la vacilante acusación de un Fiscal. Procesados por escándalo público unos hombres influyentes, hubo discusión sobre si el Ministerio Fiscal, había o no en su función, mantener querella, por el estupro de las asiladas perjudicadas, y luego vióse aumentado el escándalo de un pueblo, que pudo ver, como las mismas personas, señaladas como autores de estupro de aquellas chicuelas, seguían entrando y saliendo en la Casa Misericordia, como si tal cosa. Pues ha llegado el día aquel, para el que fueron emplazados, los sinvergüenzas que alimentaba los chismes y calumnias, y los Fiscales, que entendieron su deber, como lo cumplieron, Y ahora, ese Fiscal de la República, que acusó en juicio al Abogado del Cura en el sumario, y que no se conformó con la sentencia absolutoria dada por la Sala, puede ir tomando datos, que desde aquí le ofrecemos para la historia de sus actividades. La muchachica Ana María, supuesta víctima de aquella escena, retraída de años, según se dice en Orihuela, se encuentra en estado interesante. Y como el Cura del cuento, estaba en prisión el día 7 de noviembre de 1932 y permaneció unos meses, no puede ser el autor de la gracia. Y parece que la chica lleva su preciada carga como cinco o seis meses. Y se atribuye a un significado socialista la puesta en marcha, pero ese dice que su obra no puede empezarse, de tanto tiempo atrás, porque él es un Malthusiano de dos meses. Y con de en por sin sobre tras, la circunstancia de que la tal niña ha continuado asilada en la casa Misericordia, y allí no hay ahora ni Curas, ni monjas, ni cavernícolas, ni monárquicos, el Alcalde David está por tirar el arpa que desafina, de modo extraordinario, entre tanto cencerro tapado. Ahora, después de DIEZ MESES de aquellos sucesos, de cuando el Cura y su Abogado fueron procesados, vea el Fiscal General de la República, a quien tenemos el sentimiento, de remitir esta „ligera‟ noticia de sociedad, qué autoridades cumplieron sus deberes, y qué ciudadanos son los sinvergüenzas. Si Ana María no es una mercancía depositada en la Casa Misericordia de Orihuela, y los que han tenido jurisdicción y autoridad para evitar ese sucedido, no gozan de un fuero dictado por Gomáriz, sepa Orihuela qué hace la República de trabajadores con aquellos que convierten en mancebía un lugar tan sagrado y tan de todos como la Misericordia. Gracias que Dios es Fiscal de las conciencias, buen Procurador del desvalido y el mejor Abogado de los pueblos honrados. Decíamos ayer...Vengan hojitas...de Parra. Tarí, tarari...tarararí...ero...melón...ero”. (Autonomía, 30-VIII-1933, nº 22).
Cuando era pequeño me
contaron una historia tenebrosa que según parece había ocurrido en mi colegio
Santo Domingo.
Resulta que una noche de esas
en las que un profesor tiene mucho trabajo se queda hasta tarde en su despacho
y cuando decide marcharse a casa, al pasar por uno de los patios observa una
luz encendida en una de las aulas.
Como está cansado, no tiene
ganas de subir para ver si alguien se las ha dejado encendidas y se marcha con
la decisión de poner al corriente al responsable del colegio.
Al día siguiente, ya que es
una época de mucho trabajo, vuelve a quedarse hasta tarde y repite la misma
operación del día anterior.
Cuando pasa por el mismo
lugar mira hacia la ventana del aula que el día anterior tenía las luces
encendidas y observa con estupor que hoy también permanecen en el mismo estado.
Irritado por la situación,
decide dirigirse hacia las escaleras para subir y echar un vistazo.
Cuando llega a la altura de
la puerta, intenta abrirla pero la encuentra cerrada y no es capaz de entrar
para averiguar lo que ocurre. Al sentirse decepcionado por
toparse con la puerta en las narices, cambia de rumbo y se marcha otra vez del
colegio.
Al día siguiente habla con un
responsable de las aulas y lo pone al corriente de la luz que permanece
encendida todas las noches en que ha podido fijarse.
El encargado, se pone a la defensiva
y le dice que eso es imposible porque él se asegura cada día de que ninguna luz
se ha quedado encendida en las aulas y además el acceso es imposible porque las
puertas están cerradas.
Por si acaso, el profesor le
pide una llave del aula en cuestión y le hace la promesa de que esa misma noche
se va a dar un garbeo por ahí y va a ver si las luces se quedan encendidas o
apagadas.
Al llegar la noche, repite el
proceso de las dos noches anteriores y al volver a descubrir por tercera vez la
luz del aula encendida, se dirige hacia ella con paso firme y presuroso para
poner fin al misterio.
Al llegar a la puerta,
introduce la llave en la cerradura y la abre lentamente.
Al fondo, tras una luz
extraña y potente a la vez que no acierta a averiguar de donde viene, cree
visualizar a un joven con los codos sobre la mesa en actitud de estudio.
Sintiéndose mal consigo mismo
por haber juzgado a la ligera toda la situación, cierra la puerta sin hacer
ruido y se marcha a casa dejando tranquilo al chico que parece estar allí ocupado.
Al día siguiente va en busca
del responsable y lo pone al corriente de lo que había descubierto.
Pero el responsable le dice
que eso es imposible, que nadie tiene permiso para estar dentro de las aulas a
partir de una hora determinada.
El profesor se siente una vez
más contrariado y decide que esa misma noche va a ir a hablar con el joven para
intentar conseguir una explicación.
Llega la noche y el profesor
se dirige otra vez en busca del aula misteriosa en donde permanece todas las
noches un alumno estudiando.
Mete la llave en la puerta,
la abre y se encuentra otra vez con esa imagen del joven con los codos sobre la
mesa y actitud de estudio.
El profesor que se siente violentado
por esa situación tan embarazosa, le pregunta por dos veces consecutivas al
chico, ya que la primera apenas logra articular correctamente todas las
palabras de la frase.
El chico gira la cabeza y se
le queda mirándo.
Hay algo en sus ojos que
atraviesan el corazón del profesor, una mirada tan profunda que hasta duele el
tan solo recordarlo.
El chico responde y el profesor
cree haber escuchado la palabra “estudio”.
El profesor siente que tiene
que marcharse de ahí cuanto antes y lo último que sale por sus labios es una
pregunta, interroga al chico sobre su nombre.
Apenas un murmullo, una suave
brisa forman las letras del nombre y el apellido que el chico acaba de
mencionar.
El profesor memoriza aquellas
letras y se aferra a ellas como si estuviese en juego su propia vida.
Hay algo en ese muchacho que
da escalofríos.
De vuelta en el colegio a la
mañana siguiente se pone a preguntar al resto de profesores sobre el nombre que
le ha dado el alumno.
Pero nadie parece tener
conocimiento sobre esa persona en concreto.
Como si se tratase de un
alumno invisible al que nadie le ha prestado jamás la minima atención. Tanto
que ni el recuerdo de su nombre se hace presente en las mentes de los que
imparten allí sus clases.
En un último intento por
descubrir quien es ese chico, se marcha al archivo y en la sección de antiguos
alumnos se pone a escarbar entre cientos de miles de nombres de chicos que han
pasado por las aulas del colegio de Santo Domingo.
Al final logra encontrar un
nombre que coincide con el que le ha dicho el joven misterioso.
Pero algo no cuadra, ese
nombre no puede ser porque ese chico… ese chico hace mucho tiempo que estudió
allí y además…
Sumido en sus pensamientos no
se da cuenta de que ha perdido medio día buscando entre los archivos. Se marcha
al despacho y una vez allí no consigue quitarse de la cabeza el misterio.
Cuando llega de nuevo la
noche, se dirige con paso decidido al aula y abre la puerta.
El joven vuelve a mirarlo con
esos ojos que parecen vacíos, más oscuros de lo normal.
El profesor suelta todo el
discurso que mentalmente había preparado para la ocasión y por último le
pregunta si su nombre correcto es P.F.
El chico le responde
afirmativamente y el profesor se siente ofendido porque cree que el muchacho está
haciendo una gamberradada al intentar suplantar la identidad de un alumno que
pertenece al siglo pasado.
Entonces el profesor le dice
al joven:
Sabes que eso no puede ser
porque ese chico murió en el año 1909.
El silencio se apodera de la
habitación en donde permanecen los dos sujetos.
El niño abre la boca y como
un gélido golpe de viento que golpea bruscamente su cara el profesor escucha
las palabras que sabe jamás podrá olvidar el resto de su vida.
-Sí, soy yo. Estoy
muerto.
El profesor entra en cólera
por que cree de veras que aquel joven está suplantando la identidad de una
persona fallecida y se dirige a él con la intención de echarle un puro y
mandarlo a casa acompañado de un soberano castigo.
Conforme va llegando al
muchacho, observa para su espanto que lo que de lejos parecía un cuerpo sólido,
no es más que algo incorpóreo y que al mismo tiempo está rodeado de una luz
imposible que no parece ser emitida por objeto humano alguno.
El profesor no llegó a
acercarse hasta donde se encontraba el muchacho.
Al día siguiente lo
encontraron petrificado en estado de shock en el mismo lugar en donde había
detenido su avance hacia al chico.
No volvió a recuperarse de
aquello y fue internado en un psiquiátrico.
La leyenda de este hecho
corrió como la pólvora por todos los colegios e institutos de España e imagino
que del mundo convirtiéndose en leyenda urbana y fue transmitida de boca en
boca y de generación en generación por los siglos de los siglos.
*Célebres fueron las pesadillas que el maestro de la narrativa,
Gabriel Miró, tuvo en sus interminables horas cuando desde los ocho años de
edad fue internado en el Colegio Santo Domingo.
Una de las causas que tanto pesar le imprimieron al carácter
de nuestro novelista fue la que él mismo relató en una de sus obras y que
casualmente coincide con algunos detalles del origen de la Leyenda del alumno
fantasma del Colegio Santo Domingo.
Este es el relato:
-¡Si hubiese conocido
usted al señor Cuenca!
-¿Quién es ese señor?
-En los colegios de
los Jesuitas hablan de «usted» y tratan de «señor» a todos los educandos,
aunque sean muy chiquitines. Ya sé que lo sabe. Yo entré a los ocho años en
Santo Domingo, y me pasmaba tanto «usted» y tanto «señor» en boca de aquellos
sabios sacerdotes gravísimos con gafas relucientes, cuando en mi casa me
tuteaban las criadas; pero todavía me maravillaba más que se lo dijesen a un
rapazuelo que estaba a mi lado; yo traía pantalones largos, pero los de mi
vecino eran cortos y llevaba medias. Es que era mucho menor que yo: delgadito,
pálido, muy triste, distraído; las manitas siempre manchadas de tinta; las
cintas del calzoncillo y los cordones de las botas desceñidos y colgando. Se
llamaba Cuenca. Pero ya sabe que allí se le decía señor Cuenca. «¡Señor Cuenca,
señor Cuenca!», pronunciaba seco, imponente, el Hermano Inspector. Yo miraba a
mi compañero, que tenía la cabecita hundida entre sus brazos, cruzados sobre el
pupitre. Y el Inspector murmuraba: «Señor Sigüenza, sacuda al señor Cuenca, que
está durmiendo». Yo le despertaba. El señor Cuenca abría sus grandes ojos,
velados de tristeza y de sueño; mirábame pasmado, se desperezaba y sonreía,
perdonándome. Tronaba la voz del Hermano. Y el señor Cuenca alzaba los hombros
y me preguntaba: «Pero ¿qué dice el Hermano?».- «Pues dice que te pongas de
rodillas».- «¡De rodillas! ¿Para qué?».
El señor Cuenca se
arrodillaba.- «Señor Cuenca, señor Cuenca, tendrá usted una mala nota en aliño;
¿no ve usted que se le caen las medias?».
Casi siempre había yo
de subírselas; eran unas calzas de lana gorda y blanca, hechas en su casa
manchega por las manos del ama del señor Cuenca; y había yo de ceñírselas, que
el señor Cuenca no sabía hacerse la lazada de las ataderas. Al lado del señor
Cuenca creíame yo un hombre grande, protector, y le sonreía paternalmente...
Vino la semana de
Ejercicios Espirituales. La pasábamos sin hablar, haciendo examen de
conciencia, oyendo pláticas sobre el Pecado, la Muerte, el Infierno, el
Purgatorio, la Salvación... Las ventanas de la capilla estaban entonces casi
cerradas; el altar, todo colgado de negro. Cuando cantábamos el «¡Perdón...
oh... oh, Dios mío!», gritábamos desesperadamente, no sólo porque implorásemos
la gracia con encendido ahínco, sino también por vengarnos de nuestro silencio...
Y el señor Cuenca no cantaba; cerraba los ojos y doblaba su cabecita,
descansándola en mi hombro izquierdo. Yo le decía: -«¡Te advierto que nos van a
castigar a los dos!».- Y el señor Cuenca sonreía sin mirarme. Estaba muy
blanco, con dos arruguitas junto a los labios, como si fuese a sollozar, y
murmuraba: -«¡Me duele más la frente!».
El último día de
Ejercicios, en vez del señor Cuenca se puso a mi lado otro niño gordo,
colorado, quieto y muy devoto. Yo le pregunté: «¿Y Cuenca? Tú, ¿dónde está
Cuenca?». Pero esa criatura ni me contestó. En el recreo le pedí permiso al
Hermano para hablarle, y no quiso otorgármelo. Y acabada la semana de silencio,
cuando todos los colegiales prorrumpieron en su primer grito libre, expansivo,
gozoso, corrí al lado del Inspector y le pregunté por el señor Cuenca.
«¿Todavía no sabe que preguntar es una grave falta? No lo vuelva a hacer», me
dijo.
Me aparté mohíno y
humillado, pensando en el señor Cuenca. ¿Por qué no estaba ya con nosotros
aquel niño pálido, chiquitín, dulce y mustio que cuando sonreía daba más
lástima que si llorase?... ¿Dónde estaría mi camarada con sus pantaloncitos
color de oliva y sus medias blancas, flojas, rugosas, que no sabía atarse y
estaban implorando las manos de la madre, o siquiera las del ama del señor
Cuenca?
...Pasados dos días,
después del primer recreo de la tarde, no fuimos a los estudios, sino al
dormitorio, y al entrar en las camarillas ordenó el Inspector: -«Uniforme de
gala, abrigos y gorra».
Nos vestimos pasmados.
¿Dónde iríamos con ese traje siendo miércoles?
Bajamos a los
claustros. ¡Señor, qué pasaría! ¿Es que llegaría el Reverendo Padre Provincial?
¡Sí, sí; el Padre Provincial sería, que acaso nos concediese en memoria de su
visita alguna fiesta, una comida extraordinaria en el campo!... ¡Y el señor
Cuenca que no estaba! ¡Tanto como nos divertiríamos! Pero ¿dónde estaba Cuenca?
Entramos en la
iglesia. Y me estremecí angustiadamente. El cabello y las sienes me sudaban un
hielo derretido.
En el presbiterio
había un ataúd estrecho, blanco, rodeado de cirios, y dentro de la caja, muy
amarillo y muy largo, vi al pobre señor Cuenca, que me sonrió, ¡a mí me sonrió,
lo juro!, y me sonreía como mostrándome sus pantaloncitos largos del uniforme
de gala.
LA LEYENDA IMPROVISADA:
He de decir que me confieso culpable de haber promovido
historias oscuras sobre mi antiguo colegio.
Recuerdo que en una ocasión, cuando era un adolescente, en
unos ejercicios de estudio y convivencia que hice con algunos otros compañeros
de clase en mi colegio durante un fin de semana, me encontraba más animado de
lo habitual y me puse a contar historias de miedo aprovechando el calor que me
proporcionaban el resto de mis compañeros.
Fue durante una de aquellas charlas que nos impartían para
mejorar nuestras dotes de comunicación y convivencia.
Me puse a largar sobre una supuesta leyenda en el colegio de
un visitante que caminaba por la noche por los lugares más recónditos del
colegio.
Mientras yo iba contando, recuerdo a algunos de los otros
compañeros que se hacían señas como queriendo indicarse entre ellos que esa
misma noche debían de quedar para pasar una experiencia que jamás pudieran
olvidar.
Recuerdo a Pablo Vidal, nuestro ex-concejal y a su cuñado
Vicente el Yuyu que escuchaban sin parpadear mirándose los unos a los otros con
aire de complicidad.
Luego me enteré de que aquella misma noche habían quedado
para meterse dentro de la
Iglesia para curiosear un poco entre las sombras bajo la
oscuridad de la noche,.
Sé que huyeron despavoridos al producirse de repente un brusco
ruido que ninguno supo explicar.
Aún así me contaron que había sido el padre Andréu el que
había querido gastarles una broma para que volvieran todos a sus respectivas
habitaciones y se estuvieran quietos el resto de la noche.
Y eso es lo que todavía hoy día siguen asegurándome los
testigos de lo que ocurrió aquella noche.
Es gracioso que ellos no saben que poco tiempo después
interrogué al mencionado sacerdote y me aseguró que el no había tenido nada que
ver.
Por tanto, lo que provocó el susto de aquella noche quedará
para siempre dentro del campo del misterio.
Otra de las cosas que hizo que la leyenda del monje errante
creciera fue otra de esas noches que nos quedamos en el colegio también de
ejercicios de convivencia (por aquel entonces era algo que hacíamos muy a
menudo) estábamos esperando en la puerta de lo que llamábamos la sala de
estudio a que el resto de compañeros fueran llegando.
De repente, oímos un alarido de terror y corrimos hacia el
lugar de donde partía la voz de la chica que no paraba de temblar de nombre
Natalia. (Sí, la amiga íntima de Consuelo).
Aquella noche nos aseguró que había visto un par de luces de
color naranja bajando por las escaleras como dos ojos que te observan y se
acercan a ti sin pestañear.
Así que con un poco de allí y otro poco de allá se fue
forjando una leyenda de fantasmas en el colegio de la que me declaro culpable.
Y claro, uno se hace mayor y tiene que abandonar los lugares
en donde se ha criado y en donde ha estudiado desde pequeño.
Pero resulta que poco tiempo después me entero de que la
leyenda del monje errante sigue más viva que nunca entre los nuevos alumnos de
Santo Domingo y que incluso en una ocasión varios de ellos se juntan para formar
un grupo con el que rodaron un cortometraje que tiene por título: LA
NOCHE DEL MONJE.
Sin quererlo, la huella que hemos dejado en el colegio se
hace más grande al haber sido secundados por otros jóvenes alumnos que al igual
que nosotros son amantes de los temas del misterio y que incluso esta vez con
la cámara al hombro y bajo un guión de película se han atrevido a rodar una
pequeña secuencia que no hace otra cosa que acrecentar el legado de nuestros
primeros pasos.
Uno de esos jóvenes que aparece en el cortometraje como
actor es Pablo Riquelme el tan laureado y premiado autor oriolano de
cortometrajes.
Aquí podéis ver el corto:
Nada más que decir al respecto. Lo próximo que contaré será
la terrible verdad que asola las viejísimas paredes de este centro.
LA REALIDAD.
Pongámonos serios ya de una vez y pasemos al meollo de la cuestión.
Como investigador de sucesos extraordinarios y misterios en
la ciudad de Orihuela puedo asegurarles que todo lo escrito anteriormente no es
más que papel mojado comparado con lo que voy a relatarles ahora.
Habiendo iniciado mis investigaciones y partiendo de largas
horas escuchando testimonios y hurgando entre interminables libros me encuentro
preparado para contarles todo lo que he averiguado.
El problema que siempre me encuentro al intentar sondear a
los jóvenes que son testigos de sucesos paranormales en un lugar donde
precisamente abundan los jóvenes es que la juventud goza de una imaginación
impecable.
Y entonces ellos mismos, aún habiendo sido víctimas del
fenómeno no son conscientes del mismo en el momento en el que ocurre.
Por ejemplo, me he topado con niños que recuerdan con tal
naturalidad como jugando en el patio de Lourdes con un balón, han visto como
esa pelota ha iniciado un movimiento fuera de lo normal ajeno a ellos mismos y
moviéndose por el suelo como si alguien con un mando y un control remoto
hubiera tomado posesión de él.
Otros han sido los que me cuentan de ocasiones que
habiéndose caído de grandes alturas desde por ejemplo la montaña han notado
como si una mano invisible hubiera impedido su caída sujetándolos en el último
momento.
Claro, al ser jóvenes, apenas unos días después ya no son
conscientes de lo que les ha sucedido y son pocos los que recuerdan el hecho
con algo de temor y que gracias a Dios han sido con los que he tenido la suerte
de haber hablado.
Uno de los casos más extraños que me han relatado cuenta de
una ocasión que marchando todos hacia clase, subiendo las escaleras de la fotografía sintió como
una fuerza lo empujó hacia arriba golpeándose incluso contra la pared de
enfrente.
Algunos lo han achacado a gamberradas de otros compañeros
pero hay otros que no están tan seguros porque afirman que el que iba justo
detrás de él no habría podido ser capaz al hallarse alejado lo suficiente.
Tengo varios casos de alumnos que aseguran haber sentido
tirones de pelo inexplicables cuando no había habido nadie a su alrededor.
En una ocasión, un pupitre que se encontraba en una posición
durante la última clase, al regresar del recreo se encontró con que estaba en
una posición diferente y lo mismo ocurría con algunos objetos que se habían
quedado en las clases como los libros o los bolígrafos.
Otro caso muy extraño que recuerdo y de esto puedo hablar en
primera persona porque fui testigo directo del hecho fue ver como uno de mis
bolígrafos cayó hacia el suelo pero en vez de caer rápido por la fuerza de la
gravedad, una mano invisible parecía haberlo agarrado en el aire y haberlo
bajado a cámara lenta.
Luego está el caso que ya recogí en este mismo blog de tres
hermanos que jugaban junto a las ruinas del patio de Lourdes y sufriendo el
espantoso accidente de una roca que se desprendió rompiéndole todos los dientes
al hermano más pequeño sintieron como si una fuerza otra vez invisible los
ayudaba a levantar la roca que pasaba casi más que los tres juntos.
Tal como fuere, sé de algo que hay en este lugar, por lo que
parece principalmente de nobles intenciones aunque a veces juguetón, si es el
mismo ente, y que quizás podría tratarse del monje que realmente falleció en el
patio de Lourdes de manera inexplicable y que curiosamente es protagonista sin
querer de la historia de miedo que se cuenta en el Cortometraje LA
NOCHE DEL MONJE.
Sin nada más que añadir, les dejo para que lo piensen.
El 15 de octubre de 1879 fue un día en el que llegó la
desgracia a la pequeña ciudad de Orihuela.
Hubo una gran inundación que parecía querer convertir a nuestra
ciudad en un inmenso lago.
En la capital murciana y en la huerta fallecieron 762
personas y bastantes fueron los heridos.
Aquí tuvimos más suerte y salvamos el pellejo pues no hubo
ninguna víctima que lamentar.
Este terrible hecho es conocido como la Riada de Santa Teresa.
Al iniciarse la inundación, el sonido de las caracolas se
elevó sobre todos los lugares conocidos dando aviso a la población de que algo
terrible estaba sucediendo.
Adoptado como costumbre desde tiempos inmemoriales, cada
casa en la huerta guardaba entre sus utensilios de labranza una caracola con la
que poder dar la alerta a sus conciudadanos más próximos.
Pero cono de sobra es sabido que de la desgracia más triste
siempre puede nacer la dicha más tierna, les contaré esta historia de amor que
apareció publicada en la prensa de la época, en el periódico canario “La Asociación” de Santa
Cruz de la Palma
del 12 de Diciembre de ese mismo año.
Resulta que el cuerpo de la Guardia Civil ayudaba a los más
afectados.
En una de las laderas del río Segura varios de estos agentes
divisaron a una bella doncella aferrada a un madero que flotaba corriente
abajo.
Consiguieron acercarla a la orilla.
La chica estaba exhausta y tiritando, dándose cuenta también
de su desnudez.
Uno de los agentes llevaba capote, se acercó a la doncella y
la cubrió con él.
Ella y el guardia cruzaron sus miradas en ese instante, sólo
bastaron unos segundos para que de allí surgiera el amor entre los dos.
Así que fue así como de un golpe que la naturaleza dio a
nuestra querida ciudad, que será recordado para siempre y que fue inmortalizado
con una marca acompañada de la fatídica fecha en la pilastra de arranque del
Palacio Episcopal de Orihuela, pudo nacer esta bella historia de amor que por
supuesto acabó con ambos protagonistas cogidos de la mano y contrayendo
matrimonio.